extra ii. protectors of the queen's sister, pt. 1

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extra ii. protectores de la hermana de la reina, parte 1

❛ Pese a no ser ninguna de las figuras centrales del mundo artúrico, esta damisela reproduce el conflicto que corroe a todo un reino incapaz de sobrevivir al abismo que se abre entre el recuerdo de lo que fue, la ilusión de lo que debería ser y la...

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❛ Pese a no ser ninguna de las figuras centrales del mundo artúrico, esta damisela reproduce el conflicto que corroe a todo un reino incapaz de sobrevivir al abismo que se abre entre el recuerdo de lo que fue, la ilusión de lo que debería ser y la realidad de lo que es. ❜

⸻ Susana Maillie, Prólogo de Lancelot y Elaine

tw ! incesto violencia infantil

Aquellos que no sabían quien es Margaery Potter, se les respondería que vivían en una cueva pues no había alma en Camelot que no supiera sobre la niña dulce de los Pendragon.

El mismo Aemmond Pendragon lo sabía. La niña no era suya, nunca podría salir de él algo tan dulce como Margaery, pero la había criado como suya. Era suya por corazón, no por sangre.

Conocía a su niña de caramelo mejor que nadie. La conocía mejor que conocía a sus propias hijas porque era Margaery la que lo acompañaba a donde sea que él fuera y, aunque Aemmond podría considerarlo un comportamiento molesto en la mayoría de personas, no era así con Margaery.

La niña se sentaría, viéndolo entrenar, afilar sus espadas, o alimentar a su dragón en completo silencio y, luego cuando le ofrecía la mano para marchar al Castillo de nuevo, ella comenzaba a hablarle de su día. De que le había gustado, de que no le había gustado, de lo que quería hacer para el día siguiente y de cuanto miedo le daban los dragones.

Ese tema nunca podía faltar. Y, aunque Aemmond siempre atacaba a cualquiera que dijera algo en contra de los dragones de la Casa Pendragon, a ella la escuchaba. No solo sobre su miedo a los dragones, pero sobre sus gustos, sobre sus quejas, sus preocupaciones.

Nunca había experimentado amor de la forma en la que aquella niña parecía darlo. Su madre había muerto antes de que él pudiera registrar su cara completamente, su padre jamás lo había tenido en alta estima, su hermana estaba muerta al igual que su esposa, su sobrino era un niño más bien recluido y una sus dos hijas creía que era hija del mejor amigo de Aemmond y la otra era demasiado parecida a él como para entablar una relación fructífera.

Pero no con Margaery. Aemmond escuchaba la risa de la pequeña niña retumbar por los corredores y se contagiaba él también. El príncipe, que se había marchitado por la muerte de su hermana, volvía a sonreír por su hija.

Al principio, cuando la risa de la bebé lo atraía a quedarse al lado de su cuna por horas, pensaba que lo hacía porque se sentía culpable. Porque su hermana y su mejor amigo habían muerto y la mejor forma de honrarlos era honrando a su hija.

A su única hija juntos.

Alyssane tenía su sangre pero no se sentía suya. Margaery no tenía su sangre, pero era la hija de Aemmond Pendragon en todo sentido de la palabra.

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