lxxxvii. the stranger

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lxxxvii. el extraño

Margaery vació la bolsa en su cama

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Margaery vació la bolsa en su cama.

Ahora que vivía en el Complejo Real y no en sus departamentos en el Castillo, su cama era tres veces más amplia. El cubrecama, que era el mismo que el que tenía antes, de tela escocesa con colores celeste, rosa y lila, ahora estaba cubierto de cartas, juguetes y libros que habían pertenecido a Margaery en su infancia.

No sabía si sentirse halagada o... asqueada. No solo Alessia tenía las pertenencias de Margaery en su habitación sino que también Alexander. Margaery se sentó en el borde del colchón y agarró una figura de dragón que ya se había roto pero que habían arreglado.

Se preguntó cuántas manos habían pasado por aquel juguete. Su tío Aemmond, o su tía Margaery, le debieron haber regalado el pequeño dragón cuando era una niña y Margaery lo había dejado en su habitación. Alexander lo debía haber guardado.

Quizás hubiese pertenecido a Luke. Quizás Alessia se lo hubiese dado a Luke como una forma de mantenerlo cerca de su madrina. Y cuando el niño había muerto, Alexander lo hubiese guardado. Y que no supiera que pertenecía a su prima. 

Aunque eso no explicaba el hecho de que tenía todas las cartas que Margaery le había enviado a Alessia. Ni que tenía sus libros guardados. Quizás si estuviese cautivado con Margaery. Obsesionado, aclararía.

Su mente pensó en Harry cuando vio una de las escobas en miniatura. Seguramente estaría volviéndose loco, encerrado en la Potter Manor solo. Ayse y Aemma se habían ido de la mansión hace una semana. Ese era el acuerdo: Harry tendría que sobrevivir solo la semana, con solo la idea, como premio de consolación, de que su madre y tía estaban a salvo en Lyonesse.

Ansiaba irse de Lyonesse. Había conseguido el permiso de la reina para ir a la boda de Fleur y Bill y lo único que quería era tener unos cinco minutos en donde no tuviera que pensar en el resto del mundo y pudiera tener un tanto de diversión.

Volvió a agarrar el pequeño dragón y le dio vueltas en su mano hasta que escuchó una voz detrás de ella y el juguete se le cayó de las manos, rompiendo el ala.

—No te ves como la tu que yo conozco.

Margaery se dió vuelta y vio a un joven, de no más de quince años, de rulos azabaches, como los de Margaery, y de ojos azules. Era bastante parecido a ella pero, aun así, Margaery no lo conocía. Debería ser un Pendragon pero Margaery jamás lo había visto en su vida.

—Alguien ya me había dicho eso antes —respondió Margaery—. ¿Quién eres?

—No me vas a conocer pronto pero me puedes decir Helios —respondió el azabache.

—Sin nombres claves —rechistó Margaery—. ¿Qué todos tienen nombres claves? ¿También tienes una hermana que se llama Eos?

El chico se rió y negó con la cabeza.

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