lii. songbirds and snakes

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lii. pájaros cantores y serpientes

tw ! mención de posible abuso sexual

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Llegó diciembre, y dejó más nieve y un verdadero alud de deberes para los alumnos de quinto año. Las obligaciones como prefecta de Margaery también se hacían más pesadas a medida que se aproximaba la Navidad. La llamaron para que supervisara la decoración del castillo («Intenta colgar una tira de espumillón por una punta cuando Peeves sujeta la otra y pretende estrangularte con ella», pensaba),para que vigilaran a los de primero y a los de segundo, que tenían que quedarse dentro del colegio a la hora del recreo porque fuera hacía demasiado frío («Hay que ver lo descarados que son esos mocosos; nosotros no éramos tan maleducados cuando íbamos a primero», le aseguró a Harry), y para turnarse con Argus Filch para patrullar por los pasillos, pues el conserje sospechaba que el espíritu navideño podía traducirse en un brote de duelos de magos («Tiene estiércol en lugar de cerebro», decía en su mente).

Hagrid había vuelto y, aunque Margaery no había podido ir a verlo, se sentía muy aliviada de que hubiera vuelto vivo. Margaery y Harry se arreglaron al día siguiente de la discusión que habían tenido y, aunque no se habían pedido disculpas, habían aceptado que habían estado ambos mal.

Harry y Margaery llegaron con tiempo a la Sala de los Menesteres para la última reunión del ED antes de las vacaciones, y Harry se alegró de ello porque, cuando las antorchas se encendieron, vio que Dobby se había tomado la libertad de decorar la sala con motivo de las Navidades; y se dio cuenta de que lo había hecho el elfo porque a nadie más se le habría ocurrido colgar un centenar de adornos dorados del techo, cada uno de los cuales iba acompañado de una fotografía de la cara de Harry y la leyenda «¡FELICES HARRY-NAVIDADES!».

—¡JA!

—Callate, Margaery

Cuando Harry descolgó el último adorno, la puerta se abrió con un chirrido y entró Luna Lovegood con su aire soñador de siempre.

—¡Hola! —dijo distraídamente, y echó una ojeada a lo que quedaba de la decoración—. Qué adornos tan bonitos. ¿Los han puesto ustedes?

—No —contestó Harry—, ha sido Dobby, el elfo doméstico.

—Muérdago —comentó Luna en el mismo tono soñador, señalando un ramito lleno de bayas blancas que Harry tenía casi encima de la cabeza. Él se apartó enseguida y Margaery se tuvo que morder la lengua para no reír—. Bien hecho —comentó Luna muy seria—. Suele estar infestado de nargles.

Harry se libró de tener que preguntar a Luna qué eran los nargles porque en ese momento llegaron Angelina, Katie y Alicia. Las tres jadeaban y estaban muertas de frío.

—Bueno —dijo la primera sin mucho ánimo, quitándose la capa y dejándola en un rincón—, por fin os hemos reemplazado.

—¿Reemplazado? —inquirió Harry sin comprender.

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