xli. heartbeat

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xli. latidos del corazón

Margaery estaba segura de que Harry era la persona con peor suerte del mundo

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Margaery estaba segura de que Harry era la persona con peor suerte del mundo.

Cuando había decidió salir de casa para poder acompañar a una de sus amigas en un mal momento era atacado por dementores. Y lo peor, era que ahora se enfrentaba a una posible expulsión por haber hecho magia fuera de Hogwarts.

—¿Y qué hacían las personas que tenían que cuidarlos? ¿Están locos de remate? ¿Cómo los van a dejar solos? —Margaery había bombardeado de preguntas a la Orden del Fénix cuando se estaban por sentar a comer al dia siguiente.

—Marg, están bien. No te preocu...

—¡No interesa si ahora están bien, Sirius! —explotó Margaery—. ¡No debería haber habido peligro! ¡Y mucho menos un peligro tan grave que amenace la integridad de mi hermano! ¡O la de Catherine! Y mucho menos hablar de la mismísima reina de Gran Bretaña

—Margaery, si me haces el favor de calmarte y dejar de gritar —había pedido la señora Weasley, haciendo que Margaery se enojara aun mas.

—¡No me diga que me calme, señora Weasley, cuando mi hermano est..!

—¡Harry! —exclamó el señor Weasley, de pronto—. ¡Cuánto me alegro de verte!

Harry, Catherine, una muy diferente a la que Margaery habia visto la ultima vez, y Victoria entraban en ese momento por la puerta junto a algunos miembros de la Orden del Fénix.

—¿Has tenido buen viaje, Harry? ¿Y usted, Alteza? Su Majestad —les preguntó Bill Weasley mientras intentaba recoger doce rollos de pergamino que estaban sobre la mesa y reverenciarse ante Victoria a la vez—. ¿Así que Ojoloco no los ha hecho venir por Groenlandia?

—Lo intentó —intervino Nymphadora Tonks; fue hacia Bill con aire resuelto para ayudarlo a recoger, y de inmediato tiró una vela sobre el último trozo de pergamino—. ¡Oh, no! Lo siento...

—Dame, querida —dijo la señora Weasley con exasperación, y reparó el pergamino con una sacudida de su varita.

—Ay, Harry —Aemma lo abrazó—. Menos mal que llegaste sano y salvo porque Margaery era capaz de incendiar todo el Imperio Alexándrico si quisiera.

—Tampoco para tanto —repuso Margaery, lejos de avergonzada pero sí ofendida.

—No recuerdo que era el Imperio Alexándrico pero gracias, Marg —sonrió Harry.

Su madre lo miró con el ceño fruncido.

—¿No sabes que es...? En fin, —Aemma respiró profundamente y se apresuró a abrazar a Catherine—. Ven, querida, te enseño tu habitación —antes de irse se reverenció ante Victoria—. Su Majestad.

—Llámeme Victoria, por favor.

—Victoria... sí, ahora veo lo que decía  Sirius: eres idéntica a él

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