l. dumbledore's army

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l. ejército de dumbledore

—La profesora Umbridge ha leído tu correo, Harry

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—La profesora Umbridge ha leído tu correo, Harry. No hay otra explicación.

Harry le había contado que la noche anterior habían podido hablar con Sirius por la chimenea, pero la profesora Umbridge había aparecido de la nada en la chimenea, cortando la comunicación.

—¿Crees que fue ella quien atacó a Hedwig? —preguntó Harry, indignado. Hedwig había aparecido herido en una clase de Historia de la Magia.

—Estoy prácticamente convencida de ello —respondió Margaery con gravedad—. Cuidado con la rana. Se te escapa.

La clase de Encantamientos siempre había sido una de las mejores para charlar en privado con los compañeros; generalmente había tanto movimiento y tanta actividad que no había peligro de que te oyeran. Aquel día el aula estaba llena de ranas toro que no paraban de croar y cuervos que graznaban sin cesar, y un intenso aguacero golpeaba y hacía vibrar los cristales de las ventanas, de modo que Harry y Margaery podían hablar en voz baja y comentar cómo la profesora Umbridge había estado a punto de atrapar a Sirius sin que nadie reparara en ello.

—Empecé a sospechar que la profesora Umbridge te controlaba el correo cuando Filch te acusó de encargar bombas fétidas, porque me pareció una mentira ridícula —prosiguió Margaery—. En cuanto hubiera leído tu carta habría quedado claro que no las estabas encargando, o sea, que no habrías tenido ningún problema. Es como un chiste malo, ¿no te parece? Pero entonces pensé: ¿y si alguien sólo buscaba un pretexto para leer tu correo? Ésa habría sido la excusa perfecta para la profesora Umbridge: le da el chivatazo a Filch, deja que él haga el trabajo sucio y que te confisque la carta; luego busca una forma de robársela o le exige que se la deje ver. No creo que Filch hubiera puesto objeciones, porque ¿alguna vez ha defendido los derechos de los estudiantes? ¡Harry, estás espachurrando a tu rana! —Harry miró hacia abajo. Era verdad: estaba apretando tan fuerte a su rana que al animal casi se le saltaban los ojos. Entonces la dejó apresuradamente sobre el pupitre—. Anoche se salvaron por los pelos —prosiguió Margaery—. Me pregunto si la profesora Umbridge es consciente de lo poco que le faltó. ¡Silencius!—exclamó, y la rana con la que estaba practicando su encantamiento silenciador enmudeció a medio croar y la miró llena de reproche—. Si llega a atrapar a Hocicos...

Harry terminó la frase por ella:

—... seguramente habría vuelto a Azkaban esta misma mañana.

Luego agitó la varita mágica sin concentrarse mucho, y su rana se infló como un globo verde y empezó a emitir un agudo silbido.

—Bueno, ahora ya sabemos que no debe hacerlo más. Pero no sé cómo vamos a comunicárselo. No podemos enviarle una lechuza.

—No creo que vuelva a arriesgarse —terció Harry—. No es estúpido, ya debe de saber que la profesora Umbridge estuvo a punto de atraparlo. ¡Silencius!—dijo, y el enorme y desagradable sapo que tenía delante soltó un graznido desdeñoso—. ¡Silencius! ¡SILENCIUS! —repitió, y el sapo croó aún más fuerte.

TEARS, wizarding worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora