lxxvii. sun and moon

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lxxvii. el sol y la luna

Katie Bell seguía ingresada en el Hospital San Mungo y no parecía que fueran a darle el alta pronto, y eso significaba que al prometedor equipo de Gryffindor que Harry entrenaba con tanto esmero desde septiembre le faltaba un cazador

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Katie Bell seguía ingresada en el Hospital San Mungo y no parecía que fueran a darle el alta pronto, y eso significaba que al prometedor equipo de Gryffindor que Harry entrenaba con tanto esmero desde septiembre le faltaba un cazador.

Como Margaery había previsto, las pruebas duraron toda la mañana del domingo. Se había presentado la mitad de la casa de Hufflepuff: desde nerviosos alumnos de primer año aferrados a escobas viejas del colegio, hasta alumnos de séptimo mucho más altos que el resto y que mostraban una actitud intimidante. La mayoría tenía los ojos pegados en Margaery que estaba estresadisima y cada dos por tres soltaba suspiros de exasperación.

Aunque Margaery tenía esperanza de que el equipo de quidditch de Hufflepuff mejorara con respecto a los otros años cada entrenamiento que pasaba estaba más convencida que no estaban ni cerca de ser lo que habían sido cuando Cedric era capitán. 

Cedric, Cedric, Cedric. Aquel chico al que Margaery le había salvado la vida al final del cuarto año. A veces solía pensar en lo mucho que hubiese cambiado el hecho de que Margaery no le hubiera insistido que fuera con Alyssane. Ella no hubiese muerto pero él sí. 

¿Qué sería de su vida ahora? Margaery no lo sabía. ¿Cuando había dejado de estar con Alyssane? ¿Había sido ese el principio del declive para aquella que se hacía llamar su hermana? ¿Pensaría Cedric en Margaery alguna vez? Quizás debería escribirle. Sí, eso haría. En cuanto terminara el entrenamiento subiría a su habitación para escribirle y contarle sobre, probablemente, le terrible inicio de temporada.

A pesar de que estaba muy contento con los nuevos cazadores que había elegido Zacharias, Margaery se había quedado afónica de tanto discutir con los que no estaban de acuerdo con su elección, y en ese momento libraba una batalla parecida con los golpeadores rechazados.

—¡Es la última palabra, cerebros de mosquitos, y si no os apartáis ahora mismo para que pasen los guardianes, os echo un maleficio! —les advirtió. 

Concretaron el primer entrenamiento para el siguiente martes, y a continuación Margaery se fue con adentro, casi corriendo, con el resto del equipo pues la aguanieve parecía llevárselos puestos. Subió a su habitación lo más rápido que pudo y agarró una pluma y un pergamino.

La carta no fue muy larga y no entró en muchos detalles. Resumió lo que había sido la temporada del año pasado y el inicio de esta en una palabra: desastrosas. Le explicó que le había escrito simplemente porque, al pensar en cómo había sido el mejor capitán de la década, se cuestionó que sería de su vida. Decidió añadir algo sobre Alyssane, sutil pero estaba ahí aunque claro no la mencionó en ningún momento. Algo como que esperaba que todo estuviera yéndole bien y que, lo que sea que haya pasado, Margaery no le guardaba ningún rencor.

En cuanto Margaery terminó la carta, fue a la lechucería dado que ella no tenía una lechuza propia como sus hermanos. Temía que quizás Cedric se extrañara ante su actitud y no le respondiera. O quizás Alyssane le había hecho algo verdaderamente horrible. De todas formas, mandó la lechuza igual. No había nada malo en la carta (aunque seguro que Filch creería que era algún código mortifago secreto) pero Margaery vió como la lechuza descendía hasta la puerta del castillo.

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