xcii. as his queen

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xcii. como su reina

Margaery sentía las extremidades entumecidas

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Margaery sentía las extremidades entumecidas. De hecho, sentía como si todo el tiempo estuviera detenido.

Solo eran ella y Aithusa. Aunque no sabía muy bien si a la dragona le agradaba o solo estaba curiosa por su presencia humana. Claramente no había posibilidad de que la dragona la hubiese elegido como jinete porque ella no era una Pendragon artúrica, por más que su cabello se hubiera aclarado.

Escuchó las pisadas de alguien y la enorme cabeza de Aithusa se levantó, escupiendo humo por los orificios nasales. Margaery se tensó, pensando que podría ser uno de los campesinos pero se relajó al ver a Alexander. Aunque no debería ser así, dijo una voz en su inconsciente.

"Le robó el trono a tu hermana, lo estás guiando a su muerte. Él no es un amigo"

"Pero sí que lo es" replicó la voz que Margaery pensaba era la representación de su niñez. "Es Alexander"

—Marg... —murmuró el pelirrojo, lentamente—. ¿Q-qué estás...?

—No pasa nada —aseguró la muchacha—. Es... inofensiva.

—Es un dragón —dijo Alexander—. Un dragón salvaje.

Margaery no había caído en ese pequeño detalle. Normalmente los dragones que crecían en cautiverio eran más pequeños y, por lo tanto, más dóciles. 

—No pasa nada —repitió, levantándose—. Es... amigable.

—Marg —comenzó Alexander, dubitativo—. Es imposible que tu... No eres artúrica, nadie puede...

—¡Claro que no! —exclamó Margaery, negando con la cabeza—. Yo no puedo domar a los dragones.

Margaery se acercó a Alexander y vio de pronto a Morgana, acercándose lentamente a la dragona. Margaery vió como los ojos lilas de Aithusa se iluminaban, como si pudiera ver a su antigua jinete. La dragona parecía un cachorro perruno al ver un nuevo juguete. Alexander la escondió detrás de él cuando Aithusa rugió.

—Vamonos, Marg —le susurró Alexander—. Antes de que nos mate el pueblo o que nos mate el dragón.

—Dragona —corrigió ella—. Āngrose, Aithusa... ȳt... Gre gweler pli y.

La dragona la miró, como si estuviera confundida. Las palabras ("Vete, nos veremos luego") parecieron resonar en la cabeza del animal quien ya no prestaba atención a su primera jinete y ahora la dirigía totalmente a Margaery. La dragona parecía tener los ojos entrecerrados, como si estuviera desconfiando de la princesa.

Alexander le apretó la mano cuando vio que la bestia blanca se acercaba. Pero Aithusa no hizo nada más que acariciar el estómago de Margaery en ademán cariñoso y Margaery se hubiera caído si no hubiese sido por Alexander. Ambos humanos parecían juguetes al lado del animal pero aún así Margaery acarició a la dragona que, con mucho pesar, se alejó volando, levantando polvo y viento en partes iguales.

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