lvii. he has style

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lvii. tiene estilo

La felicidad que Margaery había sentido tras la publicación de la entrevista en El Quisquilloso ya se había evaporado

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La felicidad que Margaery había sentido tras la publicación de la entrevista en El Quisquilloso ya se había evaporado. El grisáceo mes de marzo dejó paso a un borrascoso abril, y su vida parecía haberse convertido de nuevo en una larga serie de preocupaciones y problemas.

Los TIMOS cada vez estaban más cerca, algo que los profesores seguían recordando a los alumnos. Todos los de quinto estaban más o menos estresados, pero Hannah fue la primera en recibir una pócima calmante de la señora Pomfrey, después de echarse a llorar durante la clase de Herbología y afirmar, entre sollozos, que era demasiado tonta para aprobar los exámenes y que quería marcharse cuanto antes del colegio.

Margaery estaba convencida de que, de no haber sido por las reuniones del ED, se habría sentido terriblemente desgraciada. A veces tenía la sensación de que sólo vivía para las horas que pasaba en la Sala de los Menesteres. En ocasiones Margaery se preguntaba cómo reaccionaría la profesora Umbridge cuando los miembros del ED recibieran un «Extraordinario» en sus TIMOS de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Por fin habían empezado a trabajar en los encantamientos patronus, que todos estaban deseando practicar pese a que, como Harry insistía en recordarles, no era lo mismo lograr que un patronus apareciera en medio de un aula intensamente iluminada y sin estar bajo ninguna amenaza, que conseguir que apareciera si se tenían que enfrentar a algo similar a un dementor.

—Lo que importa no es que sean bonitos —repetía Harry pacientemente—, sino que los protejan. Lo que necesitamos es un boggart o algo parecido; así fue como aprendí yo: tuve que invocar un patronus mientras el boggart se hacía pasar por un dementor.

—¡Uy, qué miedo! —comentó Lavender, que disparaba bocanadas de humo por el extremo de su varita—. ¡Y yo sigo... sin... conseguirlo! —añadió con enfado.

—¡Mira, Harry, creo que lo estoy logrando! —gritó Seamus, a quien Dean había llevado por primera vez a una reunión del ED—. ¡Mira...! ¡Oh, ha desaparecido! Pero ¡era una cosa peluda, Harry!

El patronus de Margaery, una reluciente cierva plateada, retozaba a su alrededor y jugaba con el ciervo de Harry.

—Son bonitos, ¿verdad? —comentó la chica mirando los animales con cariño.

En ese momento la puerta de la Sala de los Menesteres se abrió y volvió a cerrarse. Margaery se dio la vuelta para ver quién había entrado, pero no vio a nadie. Tardó un instante en darse cuenta de que los alumnos que estaban cerca de la puerta se habían quedado callados.

—¡Hola, Dobby! —exclamó Harry—. ¿Qué haces? ¿Qué pasa?

El elfo lo miraba con ojos desorbitados; estaba temblando de miedo. Los pocos patronus que los alumnos habían conseguido se disolvieron en una neblina plateada, y la habitación quedó mucho más oscura que antes.

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