xxii. a fanatic and an almost in love

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xxii. una fanática y una casi enamorada

El Gran Comedor, decorado para el banquete de comienzo de curso, tenía un aspecto tan espléndido como de costumbre, y el ambiente era mucho más cálido que en el vestíbulo

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El Gran Comedor, decorado para el banquete de comienzo de curso, tenía un aspecto tan espléndido como de costumbre, y el ambiente era mucho más cálido que en el vestíbulo. Era poco decir que Electra y Margaery estaban empapadas y congeladas cuando llegaron adentro.

Después de atravesar medio Gran Comedor, Electra y Margaery se sentaron al principio de la mesa de Hufflepuff.

—Buenas noches —dijo sonriéndoles el Fraile Gordo, el fantasma de la casa Hufflepuff.

—Menos mal que son buenas —contestó Electra, quitándose las zapatillas y vaciándolas de agua

La selección de los nuevos estudiantes para asignarles casa tenía lugar al comienzo de cada curso y Margaery estaba deseando que empezara. La espera duro unos minutos hasta que se abrieron las puertas del Gran Comedor y se hizo el silencio. La profesora McGonagall marchaba a la cabeza de una larga fila de alumnos de primero, a los que condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, donde se encontraba la mesa de los profesores. Si Margaery y Electra estaban mojadas, lo suyo no era nada comparado con lo de aquellos alumnos de primero. Más que haber navegado por el lago, parecían haberlo pasado a nado.

Entonces la profesora McGonagall colocó un taburete de cuatro patas en el suelo ante los alumnos de primero y, encima de él, un sombrero extremadamente viejo, sucio y remendado. Los de primero lo miraban, y también el resto de la concurrencia. Por un momento el Gran Comedor quedó en silencio. Entonces se abrió un desgarrón que el sombrero tenía cerca del ala, formando como una boca, y empezó a cantar. En el Gran Comedor resonaron los aplausos cuando terminó de cantar el Sombrero Seleccionador, al mismo tiempo que la profesora McGonagall desplegaba en aquel momento un rollo grande de pergamino.

—Cuando pronuncie vuestro nombre, os pondréis el sombrero y os sentaréis en el taburete —dijo dirigiéndose a los de primero—. Cuando el sombrero anuncie la casa a la que pertenecéis, iréis a sentaros en la mesa correspondiente. ¡Ackerley, Stewart!

El orden de sorteados, según conto Margaery, fue el siguiente: Ravenclaw, Slytherin, Hufflepuff (Eleanor Branstone, una bretona que habia asistido a varias clases en la Torre de las Sabias, junto a Margaery y Angelica), Hufflepuff de nuevo, Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff, Gryffindor, Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff. La Ceremonia de Selección dio fin. La profesora McGonagall cogió el sombrero y el taburete, y se los llevó.

—Falta poco... Falta poco —dijo Electra cogiendo el tenedor y el cuchillo y mirando ansiosa su plato de oro.

El profesor Dumbledore se puso en pie. Sonreía a los alumnos, con los brazos abiertos en señal de bienvenida.

—Tengo sólo dos palabras que deciros —dijo, y su profunda voz resonó en el Gran Comedor—: ¡A comer!

—Hecho —murmuro Margaery, cuando por arte de magia las fuentes vacías de repente aparecieron llenas ante sus ojos.

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