lxxxiv. dangers

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lxxxiv. peligros

En la clase de Encantamientos de la mañana siguiente, Harry, después de hacerles el hechizo muffliato a los que tenía más cerca, le explicó a Margaery como le había sonsacado el recuerdo a Slughorn, de los Horrocruxes de Voldemort y que Dumbledore...

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En la clase de Encantamientos de la mañana siguiente, Harry, después de hacerles el hechizo muffliato a los que tenía más cerca, le explicó a Margaery como le había sonsacado el recuerdo a Slughorn, de los Horrocruxes de Voldemort y que Dumbledore había prometido llevarlo con él si encontraba otro de éstos.

—¿Y es muy... peligroso? —susurró Margaery, preocupadisima.

—Pues uno de nosotros acabará matando al otro —murmuró Harry—. No sé que pueda pasar pero quiero verlo muerto. Más de lo que él quiere verme muerto a mi. Pero aún así, yo soy libre para rechazar la profecía, él no.

Margaery comprendió lo que Harry estaba intentando explicarle: la diferencia entre dejarse arrastrar al ruedo para librar una lucha a muerte o salir al ruedo con la cabeza alta. Algunos dirían, quizá, que los dos caminos no eran tan distintos, pero Harry sabía («Y yo también —pensó Margaery con un arrebato de fiero orgullo— y nuestros padres también») que la diferencia era enorme.

—Que viene Flitwick —les previno Ron, cuando Margaery iba a decirle algo a su hermano.

El menudísimo maestro de Encantamientos se dirigía bamboleándose hacia ellos, y Hermione era la única que había logrado convertir el vinagre en vino; su frasco de cristal estaba lleno de un líquido rojo oscuro, mientras que los frascos de Harry y Mary todavía presentaban un contenido marrón fangoso.

—A ver, a ver, chicos —los regañó el profesor con su voz de pito—. Menos charla y más acción, por favor. Dejadme ver cómo lo intentáis...

Los mellizos alzaron sus varitas, concentrándose al máximo, y apuntaron a sus frascos. El vinagre de Margaery se convirtió en hielo y el frasco de Harry explotó.

—Muy bien, seguid practicando, pero en vuestro tiempo libre —dijo Flitwick mientras salía de debajo de la mesa y se quitaba fragmentos de cristal del sombrero.

Después de la clase de Encantamientos, Margaery acompañó a Harry, Catherine, Ron y Hermione en una de esas escasas horas libres en que coincidían y se dirigieron a la sala común de Gryffindor.

"Ahora no podrás decirle lo de Alyssane", dijo una voz en su mente, que Margaery aun no sabía de quien era.

"¿Y qué hice yo ahora?",  replicó la voz de Alyssane I.

"Tu no, tonta", mencionó Modred, "La otra Alyssane"

"Dudo que le diga", opinó Margaery.

"Y después te preguntas porque nadie confía en ti", dijo Morgana.

"La gente sí confía en Margaery, Morgana. Esfumate", ordenó Arthur con molestia.

Margaery casi ni se dio cuenta de que entraban en la soleada sala común por el hueco del retrato, y apenas se fijó en el reducido grupo de alumnos de séptimo año que había allí, hasta que Hermione gritó:

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