lxxvi. silver and opals

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lxxvii. plata y ópalos

En las clases de Pociones del resto de la semana, los mellizos siguieron poniendo en práctica los consejos de la Princesa Mestiza siempre que diferían de las instrucciones de Libatius Borage, de modo que en la cuarta clase Slughorn ya deliraba sob...

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En las clases de Pociones del resto de la semana, los mellizos siguieron poniendo en práctica los consejos de la Princesa Mestiza siempre que diferían de las instrucciones de Libatius Borage, de modo que en la cuarta clase Slughorn ya deliraba sobre las habilidades de los Potter y aseguraba que pocas veces había tenido alumnos de tanto talento. 

De vez en cuando, Margaery se preguntaba quién habría sido ese personaje. Aunque la cantidad de deberes que les mandaban le impedía leer de cabo a rabo su ejemplar (compartido) de Elaboración de pociones avanzadas, lo había ojeado lo suficiente para comprobar que apenas quedaba una página que no contuviese anotaciones al margen. Pero no todas estaban relacionadas con la elaboración de pociones, sino que algunas parecían hechizos inventados por la propia princesa.

—O por «él» —puntualizó Andrew después de oír cómo Margaery le exponía sus ideas a él y a Colette—. A lo mejor era un chico. Creo que la letra parece más de chico que de chica.

—Firma «la Princesa Mestiza» —le recordó Colette—. ¿Cuántas chicos conoces que sean «princesas»?

Andrew no supo cómo rebatir ese argumento, así que se limitó a ladear la cabeza y encogerse de hombros.

—Oigan, ustedes dos —llamó Harry—. Lástima que no puedo llamarlos tortolitos.

—Que oportuno, cabeza de novio —se burló Margaery—. Justo estaba por hablar de ti y tu talento en las pociones.

—Nada comparado con el tuyo —dijo él, tomando asiento.

En ese momento llegaron las lechuzas del correo, y al entrar por las ventanas salpicaron gotas de lluvia por todas partes. La mayoría de los alumnos recibía más correo de lo habitual porque los padres, preocupados, querían saber cómo les iba a sus hijos y, asimismo, tranquilizarlos respecto a que en casa todos seguían bien.

Margaery no había recibido ninguna carta desde el inicio del curso; la única persona que se había carteado con ella era su madre y Margaery no había ni tenido idea de ella desde su último día en la casa. Hedwig, la lechuza blanca de Harry, describió círculos entre una nube de lechuzas marrones y grises; el ave aterrizó delante de él portando un gran paquete cuadrado. Poco después, otro paquete idéntico aterrizó delante de Margaery, traído por una pequeña y agotada lechuza marrón.

—¡Ajá! —exclamó Harry al desenvolver el suyo y encontrar un ejemplar de Elaboración de pociones avanzadas nuevecito, recién llegado de Flourish y Blotts.

—Bueno ahora podrán devolver ese libro garabateado —comentó Andrew.

—Dos veces —ironizó Margaery—. Nos lo quedaremos. Ya verás, lo he estado pensando y...

Sacó el viejo ejemplar de la Princesa Mestiza de la mochila de su hermano, tocó la cubierta con la varita y la llevó hacia el libro nuevo. Cuando abrió las páginas las inscripciones parecían haberse calcado. Luego señaló el libro de Harry y la del viejo libro al tiempo que murmuraba: «¡Diffindo!» La cubierta se separó del libro. Acto seguido repitió la operación con el libro nuevo ante la escandalizada mirada de Hermione, quien acababa de llegar con Catherine y Ron. Luego intercambió las cubiertas, les dio unos toques y dijo: «¡Reparo!».

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