lxviii. let me help you

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lxviii. déjame ayudarte

En camino del torneo de Winchester, Lancelot, que ha partido de incógnito, se detiene en Ealdor y se aloja en el castillo de un valvasor cuya hija (de quien nunca se indica el nombre) consigue que le conceda el don de llevar su manga en el torneo

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En camino del torneo de Winchester, Lancelot, que ha partido de incógnito, se detiene en Ealdor y se aloja en el castillo de un valvasor cuya hija (de quien nunca se indica el nombre) consigue que le conceda el don de llevar su manga en el torneo. Mientras el caballero, malherido pese a haber triunfado, se recupera en la morada de una tía de la joven, Gauvain Pendragon, que ha salido en busca del vencedor de la justa, cuya identidad ignora, llega a Ealdor e intenta en vano seducir a la muchacha, que le anuncia que ama a otro mejor que él. Cuando el sobrino de Arthur insiste en saber quién ha sido preferido por sobre él, ella le muestra el escudo de Lancelot, con lo que Gauvain descubre la identidad del caballero que buscaba y deduce que la ausencia en la corte de este se debe a que ama a la damisela, novedad que no tarda en relatar, con lo que provoca los celos de la reina al mismo tiempo que disipa las incipientes dudas del rey acerca de la fidelidad de su esposa. Entre tanto, la joven llega a la casa de su tía y su pasión por Lancelot se vuelve cada día más intensa hasta llevarla a confesarle su amor, ante lo cual él le deja claro que ama a otra y ella anuncia que morirá en consecuencia. Al marcharse el caballero, la demoiselle se acuesta y no deja el lecho hasta morir. Tiempo después, una nave sin tripulante alguno llega a Camelot con el cuerpo de la muchacha y una carta, en la que ella anuncia quién es y por qué ha muerto.

No sabía cuándo se había dormido. Tampoco sabía si dormirse en clase de Historia Bretona era algo que sería bien visto, pero Margaery, bien escondida en una esquina con Angelica a su lado, no podía preocuparse menos. Su cerebro, que últimamente había comenzado a producir sueños extraños o pensamientos que parecían haber pasado en otra época, no había terminado de procesar su sueño (al que Margaery describiría más como la simulación de una lectura rápida) cuando escuchó la voz de Livia Knight, su profesora, hablar. 

—... La llegada de la barca funeraria y la lectura de la carta, por fin, cierran las ilusiones de Arthur acerca de la inocencia de Lancelot y Guinevere, restauran la concordia entre los amantes y abren la puerta a la crisis que desencadenará la Tercera Caída Bretona. Pese a no ser ninguna de las figuras centrales del mundo artúrico, esta damisela, que no puede sino morir cuando su ilusión choca con la realidad, reproduce el conflicto que corroe a todo un reino incapaz de sobrevivir al abismo que se abre entre el recuerdo de lo que fue, la ilusión de lo que debería ser y la realidad de lo que es —Margaery insultó a todo lo que pudo cuando la mirada de la profesora se posó en ella—. ¿Sabe por qué es esto, señorita Potter?

Margaery se enderezó y no pudo evitar sentirse nerviosa cuando, como mínimo, quince pares de ojos se giraron a mirarla. La chica se aclaró la garganta y rezó a Morgana para no decir una estupidez.

—Porque... —vaciló un segundo—. Porque, como los sueños de amor de la damisela, la Mesa Redonda, como hermandad de pares, y Arthur, como rey ideal, no son sino ilusiones que solo pueden terminar en una tragedia y que culminarán en matanza en el campo de batalla de Camlann.

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