La respiración de Hannibal se mantenía calmada mientras inhalaba y exhalaba varias veces, sintiendo cómo el frío de la mañana resecaba su garganta. El jardín estaba impregnado de una tranquila atmósfera, mientras un suave viento acariciaba los árboles y hacía que las hojas cayeran al suelo.
—Recuerda, Hannibal —explicó Murasaki detrás de él—, el manejo de la katana requiere precisión y concentración.
Hannibal asintió, inhalando aire y sosteniéndolo en sus pulmones durante unos segundos antes de soltarlo lentamente, sintiendo el peso de la espada en sus manos. Apretó el mango con fuerza y realizó una práctica de sus habilidades, siguiendo meticulosamente los movimientos aprendidos.
Tras el esfuerzo, Hannibal jadeaba agotado. Sus extremidades se sentían como gelatina, exhaustas por el entrenamiento intenso. Se apoyó en la katana para mantener el equilibrio mientras recuperaba el aliento.
—Muy bien, Hannibal. Has mejorado considerablemente —elogió Murasaki—. Debes recordar que la katana es más que un arma; era considerada una extensión del alma de los samuráis. Si no puedes controlarte a ti mismo, nunca podrás dominar el manejo de la katana.
Hannibal agradeció las valiosas lecciones de su tía. Lady Murasaki, descendiente de samuráis, había aprendido el arte del manejo de diferentes armas, incluyendo la katana. Fascinado por el santuario que su tía había creado, lleno de espadas e incluso una armadura samurái, Hannibal le pidió que le enseñara el arte de la katana.
Pasó su brazo por su frente, limpiando el sudor que se acumulaba mientras observaba la arena caer lentamente en su reloj de arena, recordándole el tiempo que quedaba antes de tener que marcharse.
—Ya es tarde. Debo ducharme y luego ir a recoger a Will.
Guardó cuidadosamente la katana antes de percatarse de la presencia de una joven chica de su misma edad, Chiyoh, acercándose silenciosamente. Aunque ella se movía como una sombra, Hannibal era capaz de escucharla perfectamente.
—Puedo ir a recoger a Will, así puedes practicar por más tiempo —ofreció Chiyoh.
Desde que Will y Hannibal se conocieron dos años atras, el niño había visitado la casa de Hannibal en numerosas ocasiones. Lady Murasaki siempre lo trataba con amabilidad y hasta le permitía jugar con Choko, su perro. Will había chillado de emocion cuando vio al perro. Chiyoh, la empleada de Murasaki, mantenía cierta distancia con Will, pero le agradaba el niño. A veces, Chiyoh cuidaba de él, pero Will le tenía un poco de miedo.
Agradeciendo el gesto, Hannibal rechazó amablemente la oferta y tomó el vaso de agua que Chiyoh le ofreció.
—Debo ir yo.
Chiyoh frunció el ceño, un tanto desconcertada.
—¿Por qué?
Hannibal negó con la cabeza antes de salir corriendo, dirigiendo una última mirada a Chiyoh y diciéndole:
—Will me espera a mí.
Hannibal ajustó su corbata mientras continuaba esperando en la entrada del jardín de niños. Las mujeres a su alrededor, esperando a que sus hijos salieran de clases, susurraban en su dirección, encontrando adorable cómo Hannibal esperaba a su mejor amigo.
Esperaba que ese día fuera mejor para Will, pues últimamente el pequeño había enfrentado problemas en el jardín de infantes. Desde que ingresó a sus primeros años de educación básica, Will se negaba a socializar con los demás, pero había estado feliz en sus propios mundos de juegos. Sin embargo, con la llegada de nuevos niños, la dinámica cambió y Will se convirtió en el objetivo de burlas y agresiones.
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...