Tentación

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Will examinó el caos debajo del capó del Bentley de Hannibal: cables arrancados y un líquido sospechoso salpicado por el motor. Era evidente que alguien había atacado a Hannibal, pues era inconcebible que ese desastre fuera producto de algún error del motor.

Frustrado, Will suspiró y se apartó del automóvil, pasando su antebrazo por la frente para eliminar el sudor acumulado. Mientras se limpiaba las manos con un trapo, se dirigió hacia el edificio que albergaba la oficina de Hannibal donde trabajaba de psiquiatra. 

Al llegar a la sala de espera, se sentó, guardando el trapo sucio en uno de los bolsillos de su mochila mensajera. Balanceó los pies y observó el imponente reloj en la pared.

Hannibal mencionó que tenía una cita, que concluiría en veinte minutos, siendo la última del día antes de regresar a casa. Dada la lamentable condición del Bentley, se vería obligado a continuar utilizando el coche de repuesto que tenía actualmente.

Will llevaba tres días desempeñando el papel de "niño de los recados" para Hannibal. A pesar de la voluntad de Will por cumplir con sus responsabilidades, Hannibal persistía en realizar las labores que él mismo había designado para el chico. Will, al intentar recoger los trajes de Hannibal en la lavandería, se encontró con que él ya lo había hecho. La organización de la lista de pacientes tampoco necesitaba intervención, dejando a Will con tareas más simples como regar las plantas y reparar el tocadiscos, que, afortunadamente, logró solucionar.

Inmerso en sus pensamientos y mirando hacia el suelo, Will no percibió el sonido de los tacones que se acercaban.

—Will Graham, supongo —anunció una voz.

Al levantar la vista, se encontró con una mujer deslumbrante. Con cabello rubio y un atuendo sofisticado, parecía joven pero vestía con una elegancia que la hacía aparentar más edad de la que realmente tenía.

Will se ajustó los lentes en el puente de su nariz, desviando la mirada.

—¿Y tú quién eres? —gruñó el chico.

—Soy Bedelia Du Maurier, colega de Hannibal.

La novia de Hannibal, al menos eso creía Will antes. Ahora, lo confirmaba al observarla detenidamente; Hannibal no estaba saliendo con ella. Podrían haber tenido un par de citas, pero el camino hacia una relación estable parecía inalcanzable debido a sus complejas personalidades y porque, aparte de la apariencia, no parecían encajar. Tal vez fueron amantes en algún momento, pero nada más.

—¿Cómo sabes mi nombre? 

—Hannibal tiene el hábito de hablar de ti. Creo que no ha habido un solo día desde que lo conocí que no te haya mencionado. Sería extraño de mi parte no reconocerte —respondió Bedelia, juzgando a Will con la mirada.

El chico frunció el ceño. ¿Por qué Hannibal hablaba de él? ¿Incluso sobre su apariencia? No le gustaba que Hannibal compartiera detalles tan personales.

—¿Eres psiquiatra? —preguntó Will

—Sí.

Hannibal había elogiado a Will, describiéndolo como una mente brillante y singular, con una empatía pura y la capacidad única de ponerse en el lugar de cualquiera.  La idea de que Hannibal compartiera su mente con otro colega psiquiatra le resultaba incómoda. Will no quería que ningún tipo de psicólogo o cualquier persona indagara en su mente.

—Hannibal está con un paciente. —dijo Will, tratando de que la mujer se fuera

—Lo sé. Solo vengo a dejar unos libros que me prestó —explicó la mujer, depositando los libros en el brazo del sillón donde Will estaba sentado.

Promesa Eterna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora