—¡Eso duele! ¡Déjame! —chillo Will.
—Will, estos ejercicios son fundamentales para que los músculos de tu hombro no se atrofien —respondió Hannibal con calma, ayudando a Will a alzar el brazo, mientras este intentaba liberarse de su agarre—. No importa que duela, necesitas hacerlos.
Will apretó los dientes, la frustración mezclándose con el dolor.
—Se nota que nunca te han disparado. Voy a dispararte en el hombro a ver qué te parece.
—Si vas a herirme, prefiero que uses tus manos desnudas, querido.
Will gimió, resignado, mientras Hannibal continuaba moviendo su hombro con movimientos firmes pero cuidadosos. La piel de Will estaba tensa y sensible bajo las yemas de Hannibal, el calor de su cuerpo contrastaban con el frío clínico del dolor.
Había pasado una semana desde que Will fue herido durante una persecución. Aunque el dolor había disminuido, aún sentía punzadas agudas al mover el hombro o el brazo más de lo normal.
Durante esa semana, habían comenzado a vivir juntos temporalmente. Hannibal había reorganizado su agenda para estar disponible para Will, su preocupación manifestándose en una atención casi obsesiva. Había transferido a varios de sus pacientes a otros doctores, asegurándose de que su ausencia no fuera demasiado prolongada. Por las mañanas y noches, daba dos consultas, luego volvía para estar con Will, asegurándose de no dejarlo mucho tiempo solo.
Will le había dicho en repetidas ocasiones que podía valerse por sí mismo y que no necesitaba tener a Hannibal vigilándolo la mayor cantidad de horas posibles, pero Hannibal permanecía pegado a él como una lapa o una garrapata.
Mientras Hannibal estaba trabajando, Will permanecía en la casa, estudiando, preparándose para el examen de admisión a la universidad. Iba a estudiar ciencias forenses.
La herida en su hombro le dificultaba escribir, pero Hannibal, siempre atento a sus necesidades, le había dado como regalo de recuperación una de las mejores tecnologías del momento: una computadora portátil, la última que había salido al mercado.
Aunque Will disfrutaba leyendo su material de lectura y estaba emocionado por entrar a la universidad, no podía evitar sentir una punzada de tristeza por ya no formar parte de la policía. Se consolaba con la idea de que al menos podía estudiar algo para ayudar de otro modo, aportando su conocimiento y habilidades en un ámbito diferente pero igualmente importante.
Tras completar los dolorosos ejercicios, Hannibal dejó que Will descansara, quien se tiró a la cama, agotado.
—Continuaremos después de cenar, ¿qué te parece? —dijo Hannibal, ofreciéndole un vaso con agua
—No quiero.
—Temo que no es discutible. Puedo prepararte unas galletas o tu pastel favorito como incentivo —al no ver una respuesta positiva por parte de Will, añadió—: Sé que es difícil, pero este dolor es temporal. Te recuperarás completamente si sigues con estos ejercicios.
—Odio cuando tienes razón —murmuró Will, dejando escapar un suspiro largo y cansado.
Odiaba decir eso en voz alta, pero no quería comportarse como un niño testarudo.
—Lo sé —respondió Hannibal, acariciando su cabello.
Will tomó el vaso de agua, dejando que el líquido fresco calmara su garganta seca, y cerró los ojos, permitiéndose unos momentos de tregua antes de bajar a la cocina con Hannibal.
La cena ya estaba terminando de calentarse en el horno, y mientras esperaban, le dieron de comer a los perros y pusieron la mesa. Hannibal sirvió la cena como siempre, llevando los platos al comedor y presentándolos con orgullo.
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...