—Dr. Lecter, lo estamos perdiendo —dijo la enfermera
Hannibal contuvo el impulso de enterrar el bisturí en su mano en el cuello de la enfermera. Él era quien dirigía la operación, por lo que ya estaba al tanto de la situación.
Las luces brillaban intensamente sobre la mesa de operaciones. El equipo médico se movía con precisión, cada uno cumpliendo su papel, mientras Hannibal, con calma y precisión quirúrgica, lideraba el intento desesperado por salvar la vida del paciente.
El paciente, un hombre joven, yacía en la mesa de operaciones, su cuerpo marcado por las huellas de un impactante accidente automovilístico. Las heridas abiertas y sangrantes daban testimonio del trauma que había sufrido. El ritmo cardíaco del paciente se debilitaba, las líneas en los monitores se movían en picada, una señal alarmante de que su cuerpo estaba cediendo.
Hannibal apretó los dientes, su mente trabajando a toda velocidad, calculando cada movimiento y considerando cada opción. Cada segundo era crucial, y él se encontraba en una carrera contra el tiempo para detener las múltiples hemorragias que amenazaban la vida del paciente.
A pesar de sus esfuerzos incansables, el monitor cardíaco dejó de emitir pitidos que marcaban los latidos del paciente, siendo reemplazados por un sonido constante y agudo. En la pantalla, una línea recta indicaba la ausencia de actividad cardíaca.
El silencio en el quirófano era ensordecedor. El equipo médico miraba con expresiones sombrías, reconociendo la inevitable realidad. Hannibal retiró sus guantes con la meticulosidad característica, su mirada fija en el cuerpo inerte del paciente.
—Dr. Lecter… —lo llamó una enfermera.
Hannibal suspiró, girando su cabeza hacia el reloj de pared del quirófano.
—Hora de muerte: 12:27 am —gruñó entre dientes.
Hannibal se quitó el cubrebocas mientras abandonaba la sala de operaciones. Ignoró el débil llamado de su interno, se despojó de la bata y la arrojó al bote de basura antes de salir del edificio.
Había laborado en la sala de emergencias durante años, y todo había transcurrido sin incidentes. Él se consideraba perfecto, y esa perfección se reflejaba en su historial clínico: cada paciente que había pasado por sus manos había abandonado el hospital con vida. Esa tasa de éxito tenía algo que ver con su selección cuidadosa de pacientes que, aunque necesitaban atención, no estaban en grave riesgo de muerte.
Ese paciente era la primera de morir bajo su cuidado. Hannibal sabía que las probabilidades de éxito eran escasas, sin embargo, fue asignado al paciente debido a la saturación en sala de emergencias. Era una operación condenada desde el principio y, para su pesar, sus peores temores se cumplieron.
A Hannibal no le importaba la identidad del paciente, su edad o cualquier otro detalle. Solo le importaba su reputacion.
No solo su historial perfecto se había visto manchado, sino que ahora tendría que enfrentarse a un tedioso papeleo, detallando lo que había ocurrido y reconociendo que algo había fallado en la cirugía, aunque ese fallo no fuera responsabilidad directa de Hannibal.
Inaudito.
Trabajar en sala de emergencias no solo le había otorgado su primer registro de muerte, sino que también le estaba robando mucho tiempo con las guardias. Hannibal suspiró, apoyándose contra la pared de ladrillos del estacionamiento.
La alarma de su reloj de muñeca sonó, anunciando el fin de su turno. Con fastidio, se enderezó y se dirigió hacia su coche, sintiéndose agobiado por el peso de lo acontecido en esa jornada. La guardia había terminado
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...