En la residencia Lecter, una selección exquisita de platillos estaba dispuesta para deleitar a los comensales ansiosos por disfrutar de una velada de alta gastronomía y distinción social. Desde el tentador carpaccio de ternera adornado con rúcula fresca y láminas de parmesano, hasta el sublime filete mignon bañado en una irresistible salsa de vino tinto y champiñones, cada creación culinaria estaba meticulosamente elaborada para deleitar los paladares más exigentes.
Aunque Hannibal no se sentía particularmente inclinado a organizar una cena, el exceso de carne en su despensa le instaba a compartir su arte culinario con aquellos dignos de apreciarlo. Con piezas delicadas que requerían ser consumidas en su punto óptimo, no podía permitirse desaprovechar la carne
El Destripador había estado muy activo en los últimos días, cobrándose la vida de siete personas en tan solo una semana, un récord macabro que dejaba a la policía desconcertada y desesperada por detener al asesino en serie. Para Hannibal, la caza de humanos se había convertido en una forma terapéutica, dejando los cuerpos de sus víctimas dispuestos de manera que honraran a Will o que hicieran algún tipo de alusión a su amor por él.
Una semana había transcurrido desde el incidente con Will, una semana larga y dolorosa en la que Hannibal se encontraba inquieto y preocupado por la ausencia de su amigo. Will había estado ignorando sus llamadas y cartas. El temor de haber perdido para siempre a Will crecía cada vez más, convirtiéndose en un compañero constante que plagaba sus noches de insomnio con pensamientos oscuros y destructivos, impidiéndole conciliar el sueño durante toda la semana.
Mientras se encontraba finalizando los preparativos de la cena, el sonido del timbre resonó en la por toda la casa, interrumpiendo sus pensamientos sombríos. Con un gesto de impaciencia, se limpió las manos en su delantal y delegó la tarea de decorar el último platillo a uno de los múltiples ayudantes que había contratado para la ocasión.
Se quitó el delantal y se dispuso a salir de la cocina, absorto en sus pensamientos sobre Will, cuando casi choca con alguien en el pasillo.
La mujer se disculpó, su rostro se tornó de un ligero color rosa.
—Perdón, quería ver si necesitabas ayuda —dijo ella, con una expresión amable.
—Aprecio la oferta, Alana. Pero tengo todo bajo control —respondió Hannibal con cortesía.
Dos días antes, había visto a su antigua estudiante y la invitación a la cena había sido más por cortesía que por un genuino deseo de tenerla en su casa. Alana Bloom parecía seguir enamorada de él y Hannibal, por pura diversión, le seguía levemente el juego. Incluso había designado que se sentara junto a él durante la cena, quizás, si todo iba bien, dormiría con ella esa noche, solo para poder distraerse del constante pensamiento de Will. Aceptaría cualquier cosa que lo hiciera distraerse.
Apartó a la mujer y se apresuró hacia la puerta, donde el timbre seguía sonando repetidamente, e incluso podía escuchar golpes impacientes.
Sea quien fuese el invitado, no solo llegaba tarde, sino que además estaba siendo grosero. Hannibal decidió que tendría un lugar en su mesa, aunque no como invitado, sino como plato principal.
Al abrir la puerta, el enojo de Hannibal se desvaneció al instante al encontrarse con Will parado frente a él, envuelto en un abrigo demasiado grande y con parte de su rostro cubierto por una bufanda que el propio Hannibal le había regalado.
—Will —susurró Hannibal, su voz apenas un murmullo de sorpresa.
Will bajó la bufanda, revelando una nariz enrojecida por el frío y unas mejillas sonrosadas. Sus ojos estaban cristalizados por haber soportado las ventiscas frías de Baltimore.
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...