Mudanza

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Will era hermoso incluso mientras dormía. Incluso babeando, con el cabello despeinado y algunos de sus rizos mojados por su propia saliva. Incluso con su pequeño ronquido, que era más entrañable que molesto. Incluso cuando dormía en una posición que no parecía nada cómoda, con un brazo colgando del borde de la cama y una pierna doblada de manera extraña, seguía siendo una visión que Hannibal encontraba fascinante. 

Hannibal no podía dejar de admirar su belleza. Will era perfecto y hermoso en su vulnerabilidad, un contraste fascinante con la complejidad de su mente despierta. La luz suave de la mañana se filtraba por las cortinas, iluminando el rostro de Will y resaltando la quietud pacífica de su expresión.

Hannibal alargó la mano y acarició el rostro de Will con la yema de los dedos, casi sin tocar su piel, temeroso de despertarlo. Con cuidado, retiró un mechón de cabello de la frente de Will. Se inclinó un poco más cerca, permitiéndose inhalar el aroma único de Will, una mezcla embriagadora de sudor, el picoso olor de su orgasmo nocturno, la frescura de la ropa de cama y algo puramente él, un olor que Hannibal había llegado a encontrar adictivo.

Había pasado la hora en la que Hannibal normalmente se levantaba, todo por el placer de ver dormir a Will. Cada segundo que pasaba observando a Will era un segundo que no estaba dispuesto a perder. 

Su mirada se desvió hacia su propio hombro, donde la marca de los dientes de Will estaba impresa en su piel. El área era de un rojo profundo, con una delgada costra que se había formado por la presión de los dientes afilados de Will. Había logrado sacar un poco de sangre, aunque Will no pareció darse cuenta en el momento. Hannibal se estremeció al recordar el delicioso dolor, un recordatorio físico de su encuentro. No era masoquista ni tampoco se excitaba con el dolor, pero recibir la mordida de Will había sido exquisito.

El contraste entre la vulnerabilidad de Will mientras dormía y la pasión feroz que había demostrado era algo que Hannibal encontraba irresistiblemente fascinante. Su joven amante era una compleja mezcla de ternura, fuerza y deseo.

Will no le había permitido marcarlo, pero el chico sí había dejado su huella. Era un chico cruel y exquisito, capaz de infligir dolor y placer con igual destreza. Hannibal se relamió los labios, sintiendo un placer oscuro al pensar en la marca que llevaba, que lo marcaba como de Will. Algun dia seria el quien pudiera marcar la piel del chico. 

Hannibal suspiró, sintiéndose un tanto cabizbajo al pensar que inevitablemente tendría que ocultar la marca cuando se vistiera. La idea de cubrir esa señal de posesión, la marca de Will, no le gustaba, pero no había forma de evitarlo. 

Pasó un rato más antes de que Will parpadeara lentamente y se estirara como un gato. Un gemido suave escapó de sus labios mientras sus extremidades y su cuerpo volvían a adoptar una posición más cómoda. Sus movimientos eran lentos y llenos de una gracia natural. Cada detalle, cada movimiento, era un recordatorio de la belleza cruda y auténtica de Will. 

—Buenos días, Will —saludo Hannibal, cubriendo con la sabana la marca de la mordida

Will giró la cabeza hacia él, sus ojos aún medio cerrados por el sueño, y le dedicó una sonrisa adormilada. 

—¿Qué hora es? —preguntó con la voz ronca por el sueño.

—Casi las nueve. Puedes dormir un poco más.

Will no tenía trabajo ese día, y Hannibal podría cancelar sus citas sin problemas. El padre de Will se había ido a un viaje de negocios a Luisiana y no volvería hasta mañana, lo que significaba que Will podía pasar el día con él sin que William se preguntara dónde estaba su hijo.

Al estar completamente despierto, algo pareció cruzar por la mente de Will. Sin decir una palabra, se dio la vuelta aún acostado, dándole la espalda a Hannibal.

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