Corazón

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—¿Qué pasa, Willy? Te ves cansado.

Will suspiró exhausto por enésima vez en el último minuto, y dejó caer su cabeza sobre su pupitre. 

—Ya te dije que no me llames Willy —gruñó entre dientes—. No quiero tener matemáticas con la maestra Isabel. Ella es mala, no la quiero ver. 

Matthew asintió comprensivamente, Will sabía que a él también lo trataba mal a veces esa mujer que parecía disfrutar haciendo sentir inferiores a algunos niños.

En ese momento, el timbre sonó, instando a todos los niños a tomar asiento. Will se preparó mentalmente para la clase, esperando encontrarse con la maestra Isabel como de costumbre. Sin embargo, la realidad superó sus expectativas. En lugar de la mujer desaliñada y algo descuidada que solía impartir la clase, entró una mujer joven. Era rubia, con el cabello recogido en una coleta alta. Su rostro tenía un maquillaje sutil que resaltaba sus rasgos y le confería una apariencia pulcra y fresca. 

La mujer se detuvo frente a la clase, mientras los niños se miraban entre sí, confundidos por el cambio inesperado.

—Buenos días, niños. Mi nombre es Mary, y a partir de hoy, seré su profesora. Estoy encantada de ser su maestra 

Su voz era dulce y cantarina, como un pajarito, y sus palabras se deslizaron en los oídos de Will como miel.

Todos los niños murmuraron. Una niña levantó la mano, y cuando le dieron la palabra, preguntó:

—¿Dónde está la maestra Isabel?

La sonrisa de la mujer tartamudeó al escuchar la pregunta.

—Ella está bien, se ha tomado unas largas vacaciones... Ahora, ¿por qué no hacemos una actividad para que todos se presenten? Me encantaria conocerlos a todos¡

Todos los niños asintieron felices ante la idea.

—Oh... supongo que ya no necesitaré esto —dijo Matthew a su lado mientras sacaba una pequeña botella de cristal. Will se acercó para observar una pequeña araña completamente negra, con su parte inferior redonda y una marca roja en el medio

—¿Eso no es venenoso? ¿Qué diablos haces con eso, Matty?

—Pensaba metérsela en la blusa a la profesora Isabel.

—¿Por qué harías eso? Es espantoso —dijo Will con una mueca de horror 

—Oye, lo iba a hacer por ti. Ella te molestaba más a ti que a mí, no podía permitirlo —dijo, frunciendo el ceño—. Ella iba a visitar el hospital por un tiempo con la picadura de esta preciosidad 

Will rodó los ojos y se cruzó de brazos. Si bien la antigua maestra era mala, no quería que muriera. 

—Déjala libre en algún lugar lejos de aquí.

—Tranquilo, Willy. No hará daño a nadie —aseguró Matthew antes de guardar la pequeña botella con la araña en su mochila.

Will se limitó a esperar su turno para presentarse. Para su sorpresa, la clase resultó ser mejor de lo que esperaba.

Llegó la hora del receso, y la nueva maestra había sido muy amable. Le había dado una paleta a Will por responder una pregunta correctamente y lo felicitó, lo que lo hizo sentir bien, pues sus esfuerzos fueron reconocidos. 

En el patio de recreo, Matthew había ido a comprar su almuerzo, y Will vio a la maestra nueva hablando con la profesora de literatura. Will se acercó, esperando poder convencerla de que le diera otra paleta.

La maestra de literatura estaba fumando, y el humo llenó el aire, lo que hizo que Will se detuviera, tratando de tomar aire que no estuviera contaminado.

Promesa Eterna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora