¿Coincidencia?

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Will abrió su lonchera, revelando su almuerzo. En una sección de su caja de almuerzo, se encontraban dos mitades de un delicioso sándwich, relleno con carne, queso cheddar derretido y un toque de mostaza suave que se extendía por las rebanadas de pan recién horneado.

En un compartimiento del envase, pequeñas salchichas cocidas se acomodaban de forma ordenada. Eran de un tono dorado perfectamente cocidas y emitían un olor irresistible a hierbas frescas y especias sutiles que hacían agua la boca.

En el tercer compartimiento había brócoli. Y en un envase más pequeño albergaba fresas y gajos de mandarina.

—Oye, Will. Has estado trayendo almuerzos bastante... extravagantes. ¿Tu padre está cocinando? ¿O los estás preparando tú? —preguntó Matthew, viendo el almuerzo de Will.

Will negó con la cabeza antes de dar un mordisco a su sándwich. La carne jugosa se mezclaba perfectamente con el sabor salado del queso y la frescura de la lechuga. Cada día esperaba ansioso la hora del almuerzo para disfrutar de esos deliciosos almuerzos

—Hannibal lo prepara para mi  

—Hannibal —repitió Matthew, casi escupiendo el nombre—. Sigues hablando de él.

—Es que sigues haciendo preguntas relacionadas con él 

Matthew hizo un sonido de indignación antes de inclinarse hacia Will para ver su almuerzo.

—¡Dame! —exclamó.

Sin esperar permiso, trato de agarrar la lonchera de Will, quien apenas pudo sujetarla a tiempo para evitar que cayera y evitar que Matthew se apoderara de algo.

—No te doy nada.

—¡Dame, se ve delicioso! —insistió Matthew.

—No, Hannibal lo hizo especialmente para mí. Debo comerlo todo yo solo  

Will se disponía a devorar la comida, incluso si era una porción demasiado generosa para una sola persona. Si Hannibal la había preparado exclusivamente para él, era lo mínimo que podía hacer en agradecimiento.

Sin la intervención constante de Hannibal, proporcionándole almuerzos y comidas principales, Will probablemente habría muerto. William, su padre, solo le daba un dolor a la semana para comprar almuerzos, no porque estuvieran ajustados de dinero, sino más bien porque a William no se le ocurría proporcionarle más.

Mientras Will apartaba a Matthew de su comida, una figura conocida se acercó, interrumpiendo el enfrentamiento. Matthew se retiró y la atención de Will se desvió hacia la chica rubia. Sus mejillas rechonchas y el impecable peinado con una cola alta resaltaban su apariencia.

—Hola, Will —saludó la niña, esbozando una sonrisa amistosa.

—Hola, Molly —respondió Will, notando cómo ella parecía complacida de que él recordara su nombre

—Estoy organizando mi fiesta de cumpleaños y sería genial si pudieran venir —dijo Molly con un brillo de esperanza en sus ojos, mirando a Will.

Will se encogió de hombros ligeramente. Gente, música, adolescentes correteando por todas partes; la idea no encajaba con su preferencia por la tranquilidad.

Las emociones y sentimientos de los adolescentes le resultaban insoportables por lo sensibles que eran. Podía leerlas sin siquiera intentarlo, una marea de sensaciones que lo abrumaban, como un constante bombardeo en su cabeza. La confusión emocional ajena era asfixiante, contradicciones y cambios repentinos de ánimo que resultaban insoportables. Por esa razón, buscaba alejarse de ellos, mantenerse apartado.

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