Will abrió los ojos cuando el delicioso aroma a huevo y salchichas llegó a su nariz.
Se sentó en la cama, sintiendo un dolor de cabeza punzante y una sensación de pesadez en su cuerpo.
Observó a su alrededor, luchando por ajustar sus ojos a la dolorosa luz de la mañana. Se dio cuenta de que estaba en la casa de Hannibal, en la habitación de invitados.
Los recuerdos de la noche anterior inundaron su mente con cada punzada de dolor que atravesaba su cabeza: la fiesta, el alcohol, los aromas, los sonidos y, sobre todo, Hannibal.
Recordaba vagamente que Hannibal había ido en su rescate, pero esos recuerdos estaban envueltos en neblina. Recordaba que Hannibal lo cargó, pero no podía recordar el viaje hacia la casa. También recordaba haberse bañado, pero el recuerdo de cómo llegó a la cama se desvanecía en la penumbra de la noche anterior.
Junto a la cama, sobre la mesita de noche, encontró un vaso de agua y lo que parecía ser una aspirina.
Tomó la medicina y se levantó con esfuerzo, dirigiéndose al baño para refrescarse. Se contempló en el espejo y se horrorizó al ver el reflejo de un rostro pálido y demacrado, con profundas ojeras bajo los ojos y labios agrietados.
Se lavó la cara, afortunadamente, tenía un cepillo de dientes guardado, así que se cepillo los dientes. Al hacerlo, sintió un ligero alivio, el agua refrescando su boca seca.
A pesar de su deseo de esconderse para siempre en el armario y evitar enfrentarse a Hannibal y los recuerdos de la noche anterior, sabía que no podía hacerlo. Con resignación, salió del cuarto y descendió las escaleras, siguiendo el irresistible aroma de la comida que emanaba de la cocina.
Will entró en la cocina, donde Hannibal finalizaba la preparación de la comida. Max estaba terminando de comer, pero en cuanto vio a Will, dejó de comer y corrió hacia él, moviendo la cola con entusiasmo. Will se agachó para acariciarlo, recibiendo un abrazo peludo de Max.
—Buenos días, Will —saludó Hannibal mientras continuaba con sus quehaceres culinarios—. Planeaba subirte el desayuno. ¿Cómo estás? ¿Te sientes bien?
Will desvío la mirada, avergonzado
—Sí, gracias —murmuró, apenas audible, saltando sobre sus puntillas.
—¿Migraña? ¿mareo? ¿Dolor corporal?
Will negó con la cabeza, tratando de minimizar sus molestias.
—Eres joven y tal vez tomaste menos alcohol de lo pensado. La resaca no será un problema para ti —añadió Hannibal con una sonrisa tranquilizadora
—Siento lo de anoche, yo…
—Podemos hablar de esto mientras comemos. Por favor, siéntate
Hannibal dispuso la comida en la amplia isla de la cocina. Will tomó asiento, y un plato fue colocado frente a él.
—Revuelto de proteína con huevo y salchichas de cerdo. Te sentirás mejor con una comida sustanciosa
En el centro de la mesa, Hannibal colocó un plato adornado con unas delicias que despedían un aroma dulce y tentador. Los beignets, recién preparados, se presentaban dorados y espolvoreados con un ligero velo de azúcar glas
—¿Esos son beignets? —preguntó Will, su boca se inundó de saliva ante la deliciosa perspectiva.
Hannibal asintió con una sonrisa satisfecha
—Llevaba tiempo queriendo prepararlos para ti. Espero que te gusten
Will extendió la mano con entusiasmo y tomó uno de los dulces antes de darle una mordida. El sabor exquisito de los beignets inundó su paladar con una explosión de sabores: crujientes por fuera y esponjosos por dentro, con un toque sutil de vainilla y un ligero aroma a canela que dejaba un regusto dulce y reconfortante.
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...