Ópera y lecciones con Hannibal

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El día de la ópera había llegado. Después de disfrutar de una exquisita cena en casa de Hannibal, Will se vistió con su traje nuevo y se preparó para la velada en la ópera. Al mirarse en el espejo, notó cómo el traje se ajustaba a su figura de una manera que no estaba acostumbrado. Cada pliegue y cada costura resaltaban su silueta de una manera elegante y sofisticada. Se sintió extraño al principio, como si llevara puesto un disfraz, pero poco a poco comenzó a acostumbrarse a la sensación de la tela suave contra su piel. 

Optó por prescindir de sus lentes, quería verse diferente esta noche. 

Se acercó al espejo e intentó peinar su cabello rebelde. Aunque logró aplanarlo un poco, algunos mechones seguían desafiantes, sobresaliendo en diferentes direcciones. Decidió que era lo mejor que podía lograr y se resignó a aceptarlo.

A pesar de sus esfuerzos por arreglarse, al mirarse en el espejo, una sensación de insatisfacción lo invadió. Algo parecía estar fuera de lugar en su perspectiva.

Los nervios que había sentido desde que comenzó a arreglarse se intensificaron. No podía apartar de su mente la idea de la ópera y lo que implicaba. 

¿Era una cita romántica o simplemente una salida entre amigos? No se sentía como una; la invitación había sido casual, y Hannibal no había mencionado que fuera un encuentro romántico. Quería preguntarle directamente a Hannibal sobre sus intenciones, pero el miedo a parecer ignorante o, peor aún, a malinterpretar la situación lo aterraba. Se mordió el labio inferior, incapaz de deshacerse del nudo de nervios que le oprimía el estómago.

Will salió del baño, encontrando al refinado psiquiatra esperándolo en el piso de abajo. Una sonrisa cálida iluminó el rostro de Hannibal al verlo, y sin demora, se acercó para corregir la corbata ligeramente torcida de Will.

—Eres muy guapo, Will —mencionó Hannibal

Will todavía no lograba acostumbrarse del todo a esos elogios, aunque no era la primera vez que Hannibal le expresaba admiración de esa manera. La rareza de escuchar palabras tan positivas sobre su apariencia era extraño, ya que siempre le decían lo contrario.  A pesar de su escepticismo, una leve sonrisa asomó en los labios de Will ante las palabras de Hannibal. 



Llegaron a la ópera unos minutos antes del horario de inicio. Hannibal explicó que solía llegar mucho antes para estar en el vestíbulo y saludar a algunos conocidos, pero dado que Will estaba con él, decidió saltarse esa parte. 

Bajaron del coche y se encontraron frente al imponente edificio de la ópera. Sus altas columnas de mármol blanco y los intrincados detalles que adornaban la fachada resplandecían bajo la luz de las farolas

Al entrar al vestíbulo, Will se sintió abrumado por la opulencia del lugar. Grandes lámparas de araña iluminaban el espacio con destellos dorados. Cada detalle parecía diseñado para impresionar, desde los relucientes suelos de mármol hasta las paredes decoradas con tapices antiguos.

El murmullo suave de las conversaciones llenaba el aire, creando una atmósfera animada y expectante antes del espectáculo. Aunque la sala estaba ocupada, no había tantas personas como Will esperaba, la habitación no estaba abarrotada como había visto en las múltiples fotos de eventos en la sección de espectáculos del periódico.

Algunas personas parecieron reconocer a Hannibal y se acercaron para saludarlo, pero él y Will entraron rápidamente al interior del auditorio, esquivando a las personas para evitar entablar conversaciones. Sin embargo, antes de que pudieran llegar a sus asientos, una mujer de mediana edad los interrumpió, saludando con cortesía.

—¿Quién es tu amigo, Hannibal? Nunca habías traído a nadie como acompañante —dijo la mujer con un brillo travieso en los ojos.

Hannibal deslizó su brazo alrededor de los hombros de Will. 

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