—Buenos días, señorita Johnson —saludó Hannibal a la cansada secretaria con una sonrisa amable
La mujer de mediana edad, al verlo, cambió su expresión de malhumorada a una más jovial, dejando de lado la revista que estaba leyendo para prestar toda su atención en Hannibal
—Dr. Lecter, qué gusto verlo por aquí —respondió la recepcionista con una sonrisa genuina—. ¿Puedo ayudarlo con algo?
Hannibal ajustó su corbata con un gesto meticuloso, su mirada recorriendo brevemente el interior de la academia de policías.
—¿Podría avisarle a Will que estoy aquí? —preguntó Hannibal con su habitual calma, ignorando a los oficiales que pasaban a su lado con el distintivo aroma a tabaco y café impregnado en sus uniformes.
Will había ingresado a la academia de policía de Baltimore dos meses atras, embarcándose en un arduo proceso de entrenamiento y estudio que debía completar antes de que pudieran evaluar si era digno de convertirse en un agente de la ley.
—Usted sabe que los alumnos no deben recibir visitas mientras están entrenando.
Aunque no era habitual que Hannibal visitara a Will en la academia, las veces que lo había hecho, siempre se encontraba con la misma restricción. Aunque eso nunca lo había tenido de ver a Will.
—Entiendo, pero es un asunto de suma importancia —respondió Hannibal, antes de sacar de su maletín un envase de comida y ofrecérselo—. Horneé esto antes de venir aquí y pensé que usted podría disfrutar de uno.
La mujer tomó el envase encantada. Al abrirlo, el aroma del pan recién horneado y las frutas recién cortadas la conquistaron al instante.
—Oh, es usted muy amable, Doctor Lecter —dijo, ruborizada—. Llamaré a Graham de inmediato.
Hannibal agradeció con una leve inclinación de cabeza, notando la evidente satisfacción en la mujer. Era una táctica sencilla, pero efectiva, especialmente con personas solitarias como la recepcionista.
No tuvo que esperar mucho antes de que Will apareciera, vistiendo una camisa gris y pantalones cortos deportivos, indicando que había estado entrenando hasta hace unos momentos.
—Hannibal, ¿qué haces aquí? —preguntó el chico, secándose el sudor de la frente con el antebrazo.
Hannibal sonrió, siempre feliz de ver a Will.
—Olvidaste tu almuerzo —dijo, entregándole una bolsa de tela.
—Gracias, pero no tenías que molestarte.
—Estaba de camino a mi consultorio, no fue ninguna molestia.
—Tu consultorio está en dirección contraria.
—Un futuro agente de la ley necesita alimentarse adecuadamente —respondió Hannibal, desviando la conversación.
Will no necesitaba saber que había cancelado una de sus citas solo para ir a entregarle su almuerzo.
—Empaqué tu almuerzo y comida, y preparé dos refrigerios por si te da hambre. Además, incluí tu postre: budín de pan con frambuesas y moras azules, espero que lo disfrutes.
Will se rió, nervioso, y pasó la mano por su cabello para quitar algunos rizos adheridos a su frente por el sudor.
—La gente va a pensar que eres mi esposo si sigues trayéndome comida —comentó Will en tono burlón.
Al darse cuenta de lo que acababa de decir, Will se detuvo abruptamente, desviando la mirada de Hannibal, incapaz de verlo a los ojos
Hannibal, por su parte, apenas pudo contener una sonrisa ante la sugerencia. La idea de ser esposo de Will le parecía tentadora y perfecta. Casi ronroneó de gusto. Sin embargo, sabía que no era el momento adecuado para abordar esa posibilidad
ESTÁS LEYENDO
Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...