El apartamento era humilde pero acogedor. Las paredes estaban pintadas en tonos cálidos y suaves que daban una sensación de calma y serenidad. En la sala de estar, un sofá desgastado pero cómodo se enfrentaba a una pequeña televisión de pantalla plana, rodeada de estanterías llenas de libros y retratos, la mayoría de Will.
La mesa circular en la que Hannibal y Will estaban sentados estaba cubierta con un mantel sencillo pero limpio. Era un lugar bastante familiar, y Hannibal podía sentir la esencia de la familia en ese lugar, algo que no había experimentado en mucho tiempo.
Hannibal fue obligado a comerse los nuggets de pollo, que resultaron ser horribles para su paladar refinado. Aun podía distinguir el sabor a refrigerador en ellos, pero Will, ajeno a tales matices, disfrutaba de cada bocado, pareciendo encontrar en aquel simple plato una inesperada felicidad.
—Toma, Hannibal. Puedes probar uno de mis nuggets —ofreció Will, extendiendo uno de los nuggets bañado en ketchup hacia él.
—Te agradezco —respondió Hannibal con sinceridad.
Valoraba la intención, aunque no el alimento.
Will empujó el nugget en los labios de Hannibal, quien abrió la boca para recibirlo, tomándolo con los dientes y luego tratándolo casi sin masticar para no percibir el sabor.
La sonrisa de Will se replicó en Hannibal como una respuesta natural al gesto de su joven amigo.
William se sumó a la conversación con una bandeja de palitos de queso que dispuso sobre la mesa.
—A Will no le gusta compartir su comida —comentó, recordando un incidente reciente—. Me mordió hace tan solo dos días cuando intenté robarle una fritura.
—Hannibal es especial —admitió Will—. Toma, Hannibal, puedes tener mis palitos de queso
—Hay suficientes palitos de queso para todos. No es necesario que le cedas todos los tuyos a Hannibal. Tú también necesitas comer —dijo William—. Lamento si la comida no es muy elaborada; no tengo mucho tiempo para cocinar, y Will puede ser bastante quisquilloso con la comida.
Hannibal encontró extraño este cambio en las preferencias alimenticias de Will. Cuando cuidaba de él en el pasado, el niño no ponía objeciones a la comida que le servía, a excepción de los pimientos, y hacía muecas ante las verduras, pero en general, tenía un paladar relativamente diverso. Se preguntó qué habría causado ese cambio en sus preferencias alimenticias.
William aprovechó la ocasión para hacer algunas preguntas sobre la vida de Hannibal, quien explicó que se había trasladado allí gracias a una beca que había obtenido. No consideró necesario compartir que su principal motivo para aceptar esa beca era la posibilidad de encontrar a su Will.
Tras terminar la comida, Will insistió en que Hannibal se quedara a ver caricaturas con él. Aunque Hannibal no encontraba ningún interés en aquellos programas infantiles, aceptó la oferta para hacer feliz a Will, quien parecía disfrutar de su compañía mientras se entretenía con las caricaturas. Hannibal, por otro lado, solo podía pensar en lo absurdo que eran esos programas y cómo podrían estar afectando la mente de Will.
Después, ayudó a Will con su tarea, aunque el niño no parecía tener problemas con ella. Will hizo la tarea solo mientras charlaban sobre diversos temas, tratando de recuperar el tiempo perdido.
Con la llegada de la noche, Hannibal sabía que tenía que marcharse.
—Hannibal puede quedarse a pasar la noche —anunció Will cuando Hannibal estaba a punto de retirarse.
—No creo que... —comenzó a decir William.
—¡Sí! Si Hannibal quiere, puede quedarse. ¿Quieres quedarte? Podemos hacer una pijamada —propuso Will con entusiasmo.
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...