Despertar

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Will 28 años, Hannibal 38 años



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—Una velada maravillosa, con una compañía aún más encantadora —murmuró Hannibal mientras salían de la ópera, el murmullo de la multitud a su alrededor apenas un eco lejano.

Will sonrió, aferrándose al brazo de Hannibal mientras descendían las escaleras del teatro.

—Parece que realmente disfrutaste la ópera —comentó Will—. Incluso te levantaste para aplaudir. No te he visto hacer eso más que dos veces antes.

—Tenía una voz maravillosa —respondió, con una mirada pensativa—. Me conmovió profundamente.

Miró a Will, deleitándose. Su traje nuevo, ajustado a la perfección, resaltaba su figura de manera exquisita, mientras que su barba, prolijamente recortada, y su cabello peinado hacia atrás le conferían un aire de elegancia casi imponente. 

Era un espectáculo que no podía dejar de admirar. Hannibal no podía evitar imaginar el momento en que estarían en casa, cuando podría arrancarle el traje y hacerlo suyo. 

Will se inclinó hacia él, sus labios rozando el lóbulo de su oreja en un susurro íntimo.

—Había alguien observándote durante toda la función — murmuró—. Y creo que acabo de encontrar a tu acechador.

Antes de que Hannibal pudiera responder, una voz conocida interrumpió el momento.

—¡Dr. Lecter! ¡Qué sorpresa encontrarlo aquí!

Hannibal se giró, encontrándose cara a cara con uno de sus pacientes más intensos: Franklyn. 

Había sido su paciente durante un breve período, apenas un mes, referenciado por Bedelia. Fue un error aceptarlo.

Franklyn era insípido y carente de cualquier matiz que pudiera despertar en Hannibal el más mínimo interés, ya sea para ayudarlo o para jugar con su cabeza. 

A su lado, se encontraba un hombre alto de piel oscura, que se presentó como Tobias. Tenía una presencia que eclipsaba a Franklyn con facilidad.

—Estaba más pendiente de usted que de la obra —dijo Tobias, delatando a su amigo

Sus ojos se encontraron con los de Hannibal por un momento, antes de desviarse hacia Will. El escrutinio que le dedicó fue prolongado y deliberado, irradiando una hostilidad y rechazo apenas disimulada.

Will estaba parcialmente oculto detrás de Hannibal, no lo hacía por timidez, sino por su natural aversión a las conversaciones triviales. Prefería dejar que Hannibal se encargará de las interacciones sociales, un rasgo que, con los años, no había cambiado en absoluto. Su chico seguía siendo tan antisocial como siempre.

—¿Y quién es él? ¿Algún compañero de trabajo? —preguntó Franklyn, señalando a Will con una mezcla de curiosidad y desdén.

—No debería contestar —respondió con voz firme, entrelazando sus dedos con los de Will—. Pero Will es mi pareja. 

El orgullo en sus palabras era palpable, asegurándose de dar a Will el lugar que le correspondía. No le gustaba la idea de que alguien como Franklyn pudiera considerar a Will como un simple conocido en lugar de la persona más importante en su vida.

Hannibal se despidió de manera abrupta y guió a Will fuera del edificio con rapidez. Al llegar al estacionamiento, la tensión del encuentro pareció disiparse, y Will estalló en carcajadas, su risa resonando en la fría noche.

Promesa Eterna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora