Padre preocupado

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Cuando Will abrió los ojos, vio a Hannibal en el suelo y a su padre parado frente a él. Nunca había visto a su padre así. Su rostro estaba desfigurado por la furia, los músculos tensos y la mirada llena de rabia. Apenas tuvo tiempo de procesar lo que veía cuando su padre se lanzó sobre Hannibal, inmovilizándolo con su peso y comenzando a golpearlo con una violencia ciega. Un golpe. Dos. Tres.

Will salió de su shock y corrió hacia ellos. Agarró el brazo de su padre, intentando detener la brutal golpiza.

-¡Papá! ¡Basta! -gritó Will, desesperado.

-¡Maldito bastardo, te voy a matar! -gruñó el hombre hacia Hannibal, su voz cargada de odio, mientras intentaba zafarse del agarre de su hijo.

-¡Detente! -suplicó Will.

Hannibal no dijo nada, ni siquiera trató de defenderse. Su nariz ya sangraba, un hilo de sangre cayendo por su rostro y manchando su camisa. Su expresión, sin embargo, era sorprendentemente tranquila.

El contraste entre la furia desenfrenada de su padre y la calma inmutable de Hannibal hacía que la situación pareciera aún más surrealista

-¿Desde cuándo te estás aprovechando de mi hijo, infeliz? -gruñó William

-Entiendo su enojo, Sr. Graham -respondió Hannibal, su labio superior tenía una herida-. Si quiere golpearme, adelante, pero no permito falsas acusaciones.

El comentario de Hannibal solo incitó más a William, quien le dio otro golpe, su puño impactó contra el rostro de Hannibal con un sonido sordo. El cuerpo del psiquiatra se estremeció por el golpe y la sangre empezaba a gotear de la herida en su labio, pero Hannibal no mostró signos de dolor, manteniendo su compostura estoica.

Antes de que su padre pudiera golpearlo de nuevo, Will intervino. Era más fuerte que su padre, y a pesar de la resistencia inicial, logró arrastrarlo fuera del cuarto sin mucho esfuerzo.

Una vez en el pasillo, William se zafó del agarre de su hijo con un brusco movimiento, sus ojos desorbitados y llenos de furia. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y desapareció rápidamente en su propio cuarto, dejando a Will con el corazón acelerado y las manos temblorosas.

El chico apenas tuvo tiempo de recuperarse, de asimilar la situación, cuando su padre regresó. Esta vez, empuñaba una pistola. La visión del arma hizo que el estómago de Will se contrajera de miedo..

William lo miró por primera vez desde que había entrado en la casa, sus ojos inyectados de sangre encontrándose con los de Will. Por un momento, pareció no reconocer a su propio hijo, la furia cegadora nublando su juicio.

Will se puso frente a la puerta de la habitación, su cuerpo formando una barrera entre su padre y Hannibal.

-Apártate. Voy a matarlo.

-¡Papá! Espera, por favor. Eso es un poco extremista.

-¡Ese hombre te ha envenenado la cabeza! ¡Quítate, Will! -ordenó su padre, con la mirada fija en Hannibal, quien se incorporó del suelo.

-¿Realmente pretendes matarlo? ¿Y qué voy a hacer luego yo? ¿Ver cómo te arrepientes el resto de tu vida?

William gruñó algo ininteligible, pero no soltó el arma. Sus manos temblaban ligeramente, una señal de la lucha interna que estaba librando. Will dio un paso hacia él, extendiendo una mano en un gesto de súplica.

-¿Podrías dejar el arma? Déjame explicarte lo que está pasando, por favor -rogó Will

Sabía que fácilmente podría reducir a su padre; después de todo, era policía y tenía el entrenamiento necesario. Pero la idea de usar la fuerza contra su propio padre le resultaba insoportable.

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