Sosteniendo los papeles que la maestra le había entregado y ajustándose su gorro tejido, el cual tenía dos pequeñas orejas triangulares asomándose por encima de su cabeza, Will salió del edificio escolar, sorteando a los demás niños para evitar ser empujado.
Will atravesó la avalancha de niños, escudriñando la multitud de adultos reunidos afuera de la escuela. Sus ojos se entrecerraron mientras intentaba distinguir a su amigo entre la multitud. En ocasiones, cuando miraba desde lejos, su vista se volvía borrosa, incapaz de captar los detalles. Había mencionado esto a su padre, pero él lo había descartado como algo normal.
Will visualizó a Hannibal destacándose entre los padres que aguardaban a sus hijos. Una amplia y cálida sonrisa se dibujó en el rostro de Will mientras corría hacia él.
—¡Lecty!
Los ojos sin vida de Hannibal se iluminaron al ver a Will. Se agachó para recibirlo con un gran abrazo, y Will respondió dejando un beso húmedo y sonoro en la mejilla de Hannibal. Luego rodeó con sus brazos el cuello de su amigo.
Después de los efusivos saludos, Hannibal tomó su mano con cariño y lo guió por el camino que los llevaría de regreso a casa. Will le entregó los papeles que la maestra le había dado; a pesar de sus esfuerzos por mantenerlos intactos, los papeles estaban arrugados y manchados con restos de crema pastelera.
—Lecty, ¿qué es el autismo?
Hannibal apartó su atención de los papeles entre sus manos, mirando intrigado a Will.
—¿Dónde escuchaste eso, Will?
—La psicóloga me lo dijo —admitió—. Dijo que papá tiene que venir el martes a la escuela para hablar sobre el autismo.
Desde que había cambiado de escuela, Will había estado asistiendo a sesiones con la psicóloga escolar después de que evaluara su rendimiento en clase. A Will no le gustaba ir a ver a la psicóloga; la sala de terapia estaba demasiado llena de colores y siempre olía a humedad. Además, la propia psicóloga tenía un aroma abrumador a vainilla artificial que lo mareaba. Lo que más le molestaba era la forma en la que ella le hablaba, como si fuera un niño de dos años.
Entendía que los adultos cambiaran su tono al hablar con él, pero la psicóloga usaba un tono condescendiente, como si Will tuviera dificultades para comprender si no le hablaban de manera lenta y simple.
—¿Qué te dijo esa mujer?
—Dijo que yo era especial y que podría tener autismo. También dijo que se lo iba a contar a papá.
—No tienes que preocuparte por eso ahora, Will —dijo Hannibal, intentando calmarlo—. Voy a leer estos papeles que te dio la psicóloga y vamos a hablar de eso, ¿está bien?
Will asintió, confiando en Hannibal para decirle las cosas que los adultos no querían decir.
—Mañana es tu cumpleaños, ¿no estás emocionado? —dijo Hannibal, cambiando de tema a uno más agradable. Will asintió enérgicamente—. ¿Qué quieres de regalo?
—¡Un perro! —respondió de inmediato
—Por mucho que quisiera darte un perro, Will, tu padre no me lo permite —suspiro Hannibal, genuinamente desilusionado.
Will hizo un puchero
—Entonces, quiero que pases el día conmigo —murmuró, un poco tímido.
La sonrisa de Hannibal creció ante la solicitud de Will.
Le agradaba a Hannibal, le gustaba estar cerca de él. Hannibal era amable y olía bien. Hannibal no trataba a Will como un niño pequeño ni usaba una voz condescendiente cuando se dirigía a él, como hacían la mayoría de adultos. Lo trataba como a un igual, respetando su inteligencia y sensibilidad, y eso era algo que Will apreciaba mucho.
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Promesa Eterna
FanfictionHannibal Lecter es un niño que perdió todo lo que le importaba a una corta edad. Mientras intenta reconstruir su vida y atormentado por los fantasmas del pasado, es cautivado por un curioso infante. Will Graham acaba de mudarse a Francia con su pad...