Año 2 - 8

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Astrid esperó un poco antes de seguir al chico y tumbarse en la fría hierba junto a la entrada de los vestuarios. Permaneció sentada durante unos minutos disfrutando de la paz y la tranquilidad, así como del aire frío de noviembre que soplaba suavemente en su cara. Fue una bendición mientras duró, pero, como ya he dicho, era noviembre y solía hacer bastante frío en noviembre. Unos minutos al aire libre eran buenos, pero si pasabas más tiempo, podías morir congelado.

El campo ya se había vaciado. Todo el mundo había vuelto al interior y Astrid estaba completamente sola. Decidió dar un pequeño paseo en su escoba. Estaba aburrida, empezaba a hacer frío y no tenía nada mejor que hacer. Era de noche y el sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de hermosos colores naranja, rosa y morado oscuro, la mezcla de colores que se ve en el cielo durante el verano. Astrid personalmente prefería los amaneceres por la luz más suave y blanca de la mañana, pero no podía negar que el cielo de aquella tarde tenía un aspecto realmente maravilloso. Hace unos años habría utilizado el término "mágico", pero ahora la palabra no tenía tanto peso. Si antes "mágico" se refería a algo asombroso y sorprendente, ahora era simplemente "mágico", como cualquier otra cosa o ser del castillo en el que vivía.

Astrid montó en su escoba y se elevó hacia el cielo más rápido que nunca. Astrid disfrutaba mucho volando y le encantaba el subidón de adrenalina que sentía cuando surcaba el cielo a la mayor velocidad que podía e intentaba esquivar los objetos por muy poco. Por alguna extraña razón, le gustaba la sensación de saber que podrías haberte estrellado, pero no lo hiciste. Era emocionante y peligroso, pero nunca había chocado contra el objeto que esquivaba, así que no le daba ningún miedo.

Después, Astrid se cansó de volar sin sentido, así que decidió imaginar que tenía una quaffle, imaginar que la lanzaba e imaginar que anotaba. Se sintió eufórica mientras hacía un movimiento de celebración parecido al que había visto hacer a algún jugador de fútbol en la tele (sólo que ella lo hacía en el aire) y se imaginaba que todas las gradas la aclamaban.

No tardó mucho en hartarse también de imaginárselo y volvió a posarse en el suelo. La chica también había empezado a notar los primeros signos de sudor en la frente, así que esa también había sido en parte la razón para volver al suelo. Le daba pereza ducharse esa noche.

Mientras caminaba hacia la puerta de los vestuarios, Astrid se dio cuenta de algo. No sabía por qué no se le había ocurrido nunca, pero se sintió inmensamente estúpida por no haberlo pensado antes. Por qué tenía que esperar todas las tardes para ducharse y cambiarse en los vestuarios cuando podía simplemente cambiarse en su habitación y ducharse en los baños de las mazmorras de Slytherin. Sería mucho más fácil, mucho más rápido y mucho más agradable. Astrid decidió que iba a hacer precisamente eso a partir de entonces.

Se quejó al acercarse a la puerta, harta de esperar tanto. Estaba segura de que ya era casi el toque de queda y no necesitaba meterse en más problemas. Ya la habían castigado dos veces este año y no quería que le cayera una tercera.

Entró en los vestuarios sin ninguna preocupación. No podía quedarse ahí fuera en el frío para siempre y si los chicos querían ser gilipollas, no le importaría verlos incómodos por su entrada.

Pero el espectáculo que vio la sorprendió. Había un silencio absoluto y no había ni un alma en la habitación. Eso debería haber sido un alivio para ella pero solo la enfureció más. El estúpido de Malfoy se había arreglado más rápido ese día y ni siquiera le había importado decírselo. Una cosa era que fuera tan lento y molesto, pero al menos se lo había dicho cada vez que se iba. Otra cosa era que se fuera y no le dijera nada. Si Astrid hubiera sido educada habría esperado ahí fuera hasta que se hubiera congelado. Ella le ayuda y esto es lo que obtiene a cambio. ¡Brillante!

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora