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—"¿Puedo robártela para un solo baile?".
Antes de que Astrid hubiera conseguido darse la vuelta para mirar al hombre, sus manos ya habían sido tomadas por las de él y éste la hacía girar alrededor de la habitación, con el tempo de la música habiendo vuelto a subir. Astrid miró a Daphne, que seguía en el mismo sitio, sorprendida y un poco recelosa. Astrid le hizo un pequeño gesto con el pulgar esperando que todo estuviera bien.
Cuando volvió a mirar al hombre que tenía delante, se fijó en su aspecto. Era alto y aparentaba unos treinta años. Aunque la aparente sedosidad de su pelo oscuro no delataba su edad, y supuso que si se afeitara la barba parecería aún más joven. Sus ojos monolíticos la observaban atentamente y, cuando abrió la boca, ella no pudo evitar la sensación de que ya lo había oído antes en alguna parte. Le parecía imposible, porque estaba segura de que habría recordado los rasgos llamativos de aquel hombre.
Incapaz de mantener el contacto visual, Astrid apartó la mirada y buscó desesperadamente al rubio platino, de quien esperaba que no dudara en rescatarla si se daba el caso. Justo en el momento en que empezó a pensar que podría ser el momento de preocuparse, el hombre la hizo girar hacia fuera en el baile y la atrajo de nuevo hacia sí, para luego abrazarla un poco más lejos y a una distancia mucho más respetuosa que antes. Sonrió suavemente y ella quiso creer que, después de todo, no era una amenaza.
—"¿Cómo te ha ido en el baile?",— preguntó con simpatía, pero Astrid sintió que había un tono burlón en sus palabras.
—"Brillante",— Astrid se obligó a sonreír.
—"Debes estar contenta de que tu padre te haya metido en un evento tan elogiado como éste".
¿Quién demonios es esta persona?
—"Sí", —Astrid esbozó una sonrisa encantadora, —"estoy muy contenta".
—"Se alegrará de oírlo",— la giró hacia fuera y la volvió hacia él, acercándola lo suficiente como para susurrarle al oído. —"Ha estado esperando para conocerte". —Se apartó.
¿Conocerme? Pero si mi padre me vio hace unas horas... No pudo ocultar la expresión de inquietud que se extendió por su rostro. ¿Cómo demonios lo sabe este tío?
Por mucho que intentara convencerse de que el hecho de que el mismísimo Lord Voldemort quisiera conocerla no era tan malo, le preocupaba. Después de todo, lo había visto constantemente durante toda su infancia. Él le había regalado aquel anillo. Habían tenido una relación estable y él la había protegido. Sin embargo, a pesar de todo eso, también recordaba todas las cosas horribles que había leído en los libros de Historia, todas las torturas y muertes que él había causado. Quería ser valiente, pero no podía negar que aquel hombre seguía aterrorizándola. Sobre todo el hecho de que quisiera conocerla...
Astrid contuvo un gruñido mientras su cabeza sufría una fuerte punzada.
Tal vez, no debería estar tan asustada... Astrid trató de mantenerse positiva. Lo que debería hacer es revisarme la cabeza para ver si tengo migrañas o algo así...
La tercera peor decisión que Astrid Ninomae había tomado estaba muy cerca.
—"Ah",— asintió Astrid, frunciendo los labios y mirando de nuevo a un lado. Le miró a los ojos, pero volvió a apartar la vista con la misma rapidez. Había algo en su persistente mirada que le resultaba tan incómodo como familiar. Se sintió como en sus primeros años en Hogwarts, cuando algunos profesores la miraban como si supieran algo que ella ignoraba. Se sentía igual que cuando el profesor Moody la había mirado fijamente a través de su alma en cuarto año y ella había sentido que encontraría una razón para enviarla a Azkaban. Astrid no sabía si se había sentido aliviada o más incómoda cuando descubrió que el muchacho que la había atravesado con la mirada no era un auror, sino un mortífago.
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Sólo eran niños [Draco Malfoy]
De TodoEl chico que no tuvo elección y la chica que se equivocó. Certeza y precisión era lo que Draco Malfoy había conocido durante toda su vida. La incertidumbre era lo que a Astrid Ninomae siempre le había gustado buscar. Donde Draco era una tormenta d...