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A Astrid siempre le habían gustado los pepinillos. Aunque sabían especialmente bien cuando uno estaba un poco achispado y definitivamente hambriento. Después de todo, habían pasado seis horas desde que había cenado y con todo lo que había bailado, cotilleado en los baños o molestado a la gente, necesitaba una recarga de energía.
Pepinillos. Precisamente por eso ella y Pansy estaban junto a la mesa de la merienda, devorando los restos de los pepinillos mientras observaban en silencio la fiesta que se estaba celebrando. Por la forma en que se aferraba a la mesa, era obvio que Pansy estaba un poco más intoxicada que Astrid. La afirmación de que el vodka corría por la sangre de Astrid no había sido tan falsa, teniendo en cuenta que realmente le costaba bastante emborracharse como era debido. Ni siquiera es que aquella noche lo hubiera deseado. Pansy por otro lado... más pequeña en tamaño que Astrid también - a la chica le costaba más manejar el alcohol.
Pero a Astrid no le importaba quedarse allí junto a su amiga. Parkinson siempre había sido una borracha bastante divertida. Parloteaba sobre cualquier cosa que se le pasara por la cabeza. Astrid siempre se divertía mucho con eso.
Las fiestas no se celebraban tan a menudo como uno pensaría en los internados. De hecho, eran bastante raras, teniendo en cuenta los problemas en los que se metían si alguna vez les pillaban. Bueno... eso si uno hablaba de grandes fiestas de reunión. Las fiestas de menor escala, como las que se hacían en los dormitorios, ocurrían todo el tiempo, pero las que contaban con más gente eran bastante raras. Como mucho, dos o tres al año. Por eso, cuando se celebraban, los estudiantes daban lo mejor de sí mismos para socializar y divertirse. Aunque todo el mundo parecía conocerse ya, de alguna manera nacían un montón de nuevas amistades.
Pero Astrid no era de las que le gustaba conocer nuevos amigos. Nunca había buscado ningún tipo de relación. Desde que era pequeña, nunca había pensado que las necesitara. Pero a medida que iban surgiendo, sólo encontraba diversión en ellas y decidió mantenerlas en su vida. Aunque nunca tuvo miedo de hablar o expresarse, rara vez ponía esa energía en hablar con gente nueva. Tenía su grupo de amigos y estaba bien con eso.
Pansy movió la mano para apartar un poco de pelo de la cara de Astrid mientras ésta mordía un pepinillo. Nada más que una risa divertida se escapó de los labios de Astrid cuando la chica de pelo negro lo hizo, porque Astrid en realidad estaba bastante acostumbrada a que ella hiciera eso. Era extraño, pero cada vez comprendía mejor que a la gente le gustara el tacto. Daphne tocaba mientras reía. Pansy lo hacía muy a menudo sin ninguna razón en particular. A Malfoy le gustaba tocarla a ella en concreto, pasándole la mano por la cintura o poniéndosela en la rodilla, pequeñas cosas aquí y allá, pero cuando estaban a solas siempre había algo. Mills daba abrazos que cortaban la respiración y siempre tocaba y acariciaba a la gente si parecían estar tristes. Theo siempre tocaba y pinchaba a la gente cuando estaba excitado o lleno de energía. Blaise siempre tenía el brazo alrededor de Daphne si no estaban sentados en público. Aunque a su yo joven no le había gustado mucho el tacto, a su yo mayor le estaba gustando cada vez más.
—"El flequillo siempre te ha quedado mejor que a mí",— dijo Pansy, y cuando Astrid se volvió para mirarla, pudo ver a la chica con la mirada perdida, casi soñadora, y la mano tocando aún un mechón de su pelo.
Se mordió el labio, tratando de encontrar una forma humilde de asentir. No es que Astrid tuviera algo en contra de los peinados anteriores de Pansy, pero a ella personalmente le gustaba mucho cómo le quedaba el flequillo. La forma en que le había quedado a Pansy en tercer año había sido una broma constante del dormitorio. Mirándose la cara, Astrid consideró que tal vez ahora el peinado le quedaría diferente, pero Pansy les había hecho saber a todos que ni en sueños volvería a cortarse flequillo.
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Sólo eran niños [Draco Malfoy]
De TodoEl chico que no tuvo elección y la chica que se equivocó. Certeza y precisión era lo que Draco Malfoy había conocido durante toda su vida. La incertidumbre era lo que a Astrid Ninomae siempre le había gustado buscar. Donde Draco era una tormenta d...