Año 5 - 107.

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Le volvió a doler la cabeza.

El rosa era demasiado brillante para sus ojos y los maullidos increíblemente altos. Las gotas de agua que caían al suelo fuera de las ventanas condensadas hacían que su visión entrara y saliera, arremolinándose con alguna que otra gota que se deslizaba lentamente por el cristal.

Todo eso y el ruidoso parloteo de sus compañeros de casa mientras esperaban la llegada de la profesora, aún más rosado y ruidoso.

Draco y Astrid se encontraban en los extremos opuestos del despacho y, aunque ella no dejaba de mirar por la ventana, las ocasionales miradas que él le dirigía no se le escapaban. Eso y la forma en que se había apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, mordiéndose el interior de la mejilla y pidiendo a los demás que se fijaran en su mirada más bien cuestionable.

Astrid no había querido exactamente ir e intentar unirse al Escuadrón Inquisitorial, pero el comentario de Malfoy y el hecho de que él había dicho que podrían obtener créditos extra por unirse, la habían hecho ceder. Necesitaba desesperadamente ese crédito extra, con todos los exámenes finales y todo lo que se avecinaba. La chica necesitaba toda la ayuda posible, por decirlo de forma sencilla. Molestar a otros estudiantes por desobedecer las normas era sin duda una forma menos insoportable de sacar buenas notas que sentarse a estudiar durante horas.

Sin embargo, ahora que estaba allí de pie esperando a la profesora, sólo deseaba que se abriera el suelo bajo sus pies para poder caerse y acabar de alguna manera de nuevo en su cama.

Oyeron abrirse la puerta y al instante toda la conversación se acalló hasta que no se oyó ningún sonido. La regordeta profesora rosa entró en la habitación, con aquella sonrisa enfermiza prominente en su rostro hasta que sus ojos se posaron en Astrid Ninomae.

Porque todos los alumnos habían sido elegidos personalmente por la profesora, personas que nunca habían hecho otra cosa que estar de acuerdo con ella. Astrid había sido la persona que había llamado "zorra" a la profesora en su primer día de vuelta, por lo que sobresalía como un pulgar dolorido.

"Buenos días, profesora", saludó Astrid cortésmente, intentando sonreír.

"Buenos días..." exclamó Umbridge, cruzándose de brazos y ladeando la cabeza con una sonrisa forzada. "¿Qué haces aquí, niña? No recuerdo haberte invitado".

Astrid no se inmutó, asintiendo en dirección a su conocido secreto. "Oh, Malfoy dijo que podía unirme. Podría ser de gran utilidad".

Todas las cabezas se giraron para mirar al rubio ceñudo, que no mostraba nada de la sorpresa que sentía en su interior. "No, no lo dije".

Astrid sintió que la parte superior de su labio se curvaba con disgusto antes de hacer un pequeño mohín para luego enderezar su expresión de nuevo. "Sí, tú..."

"Fue más idea mía", intervino Pansy de repente. "De Draco y mía. Pero fue más mi iniciación. Pido disculpas si me he equivocado, pero tenía la impresión de que Astrid podría ser una gran incorporación."

¡Gracias!

"Sí, señorita Parkinson, ha cometido un error", zumbó la profesora.

Desde luego, no voy a darle las gracias.

Astrid volvió a hablar: "Le pido disculpas, profesora, si lo que me echa en cara es haber pronunciado mal su nombre. Sólo quiero que sepa, señora, que lo siento sinceramente y que no era mi intención".

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora