Año 5 - 118.

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Probablemente esta era la primera vez que Astrid había visto a Malfoy muy excitado.

Le brillaban los ojos, con el pelo un poco desordenado por tener la mano pasándoselo constantemente, mientras se despatarraba sobre la cama de Daphne parloteando entusiasmado sobre cómo él y su escuadrón habían pillado a Potter en acción en una de sus reuniones con el Ejército de Dumbledore. Astrid lo escuchaba mientras buscaba en su cajón un atuendo apropiado, con una pequeña sonrisa en la comisura de los labios.

La fiesta había sido una decisión espontánea, hecha y organizada por su servidor, Draco Malfoy. Aunque todo el mundo sabía que esta fiesta en la casa sería mucho más pequeña de lo habitual, ya que nadie excepto los Slytherin disfrutaría tanto celebrando la caída de la organización de Potter. Personalmente, a Astrid no le hacía mucha ilusión. Por un lado, era lunes y, por otro, tenía muchas ganas de dormir. En tercer lugar, corría el rumor de que iban a despedir a Dumbledore y, si eso ocurría, Umbridge se convertiría en la directora, por lo que Astrid creía que se metería en un buen lío al menor descuido. Pero el muchacho en la cama de Daph estaba emocionado y si había algo que Astrid odiaba, era la gente que bajaba los ánimos de otra.

Sin dejar de escucharle parlotear, Astrid sacó una falda y un top. La chica estaba pasando por una fase de faldas y prefería usarlas en todas las ocasiones que no implicaran holgazanear en su habitación. Miró a Malfoy, asintiendo distraídamente a algo que él dijo, antes de accioar ella misma la gigantesca toalla que Rosier poseía -una que era casi del tamaño de dos- y la extendió y la hizo flotar en el aire frente a ella, separándose de los ojos seguramente errantes de Draco Malfoy.

El chico se rió, burlándose de ella por esconderse de él, y ella dejó caer momentáneamente la parte superior de la toalla para enseñarle el dedo corazón antes de volver a levantarla con la misma rapidez y quitarse la ropa para ponerse su atuendo. Antes de dejar caer la toalla por completo, Astrid se acercó al espejo que había al otro lado de la habitación y miró su reflejo, corrigiendo la falda más bien corta y observando su aspecto general.

Astrid no tenía muchas ganas de vestirse esa noche; en realidad, no tenía ganas de vestirse en absoluto. Aún llevaba los calcetines hasta la rodilla del uniforme escolar y, aunque hacían que sus piernas parecieran aún más largas, suponía que se veía un poco ridícula. La falda era marrón y tenía un pequeño volante morado al final. La camiseta de tirantes era negra y los calcetines grises. En conjunto, parecía un desastre y, esta vez, no uno que le gustara.

Rápidamente se quitó los calcetines y se recogió el pelo del moño, con la esperanza de que eso ayudara a mejorar su aspecto, pero aún así, sintió que le faltaba algo.

Quizá unos calcetines de otro color...

Astrid mantuvo la toalla flotando mientras caminaba de un lado a otro para acercarse a su cajón y ver si tenía algo más útil que ponerse. Les habría pedido ayuda a sus compañeras de cuarto, pero como en realidad las chicas habían estado arreglándose mientras Astrid sólo había estado trabajando intensamente en mejorar su radio, en el momento en que Malfoy había irrumpido, las chicas se habían marchado, dejando a las dos solas. Se habían marchado pero, por supuesto, no sin la interminable retahíla de sonrisas, codazos y movimientos de cejas que le habían enviado antes de salir. Ahora, Astrid se arrepentía de no haberse arreglado antes, pues no terminaba de decidirse por sí misma.

Malfoy soltó un fuerte suspiro y cuando Astrid volteó a mirarlo alarmada, pudo ver que el chico tosía en su mano mientras trataba de recuperar el aliento. "Estoy bien", habló, seguido de otra tos. "Estoy bien".

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora