Año 4 - 45.

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—" Ay, Dios mío. Merlín". —jadeó Daphne Greengrass abriendo de golpe la puerta de su dormitorio.

Astrid dio un pequeño respingo, la pluma que sostenía escribió mal la letra "a" y en su lugar dibujó una línea más larga en el amarillento trozo de pergamino.

La chica había estado redactando una carta para su padre, rogándole que le contara sobre toda la disputa Malfoy-Ninomae. Astrid sabía que sus posibilidades de obtener una respuesta real eran escasas, pero en aquel momento esa era su única idea sobre cómo averiguar la información antes de que lo hiciera el menor de los Malfoy.

Si tenía tiempo para prepararse, Astrid Ninoame podía tener facilidad de palabra. A la chica le gustaba considerarse bastante persuasiva. Pero el asunto sobre el que intentaba averiguar más era bastante complicado. La única información que tenía era que los padres se odiaban y que aparentemente su padre había confiado en Malfoy, pero eso era todo. Y tampoco Astrid tenía mucho que ofrecer a cambio de toda la historia. Aunque le prometió a su padre que se rompería el culo haciendo tareas domésticas durante las vacaciones de Navidad si él se lo contaba en ese mismo momento. Era un poco bajo para Astrid ir mendigando, pero tiempos desesperados requerían medidas desesperadas.

Astrid maldijo en voz baja, mirando la tinta manchada, mientras levantaba la cabeza para mirar a la rubia emocionada.

—"¡Te va a encantar!"— exclamó Daphne y Astrid suspiró, volviendo a mirar su trozo de pergamino, contemplando si debía o no empezar uno nuevo o simplemente continuar tal cual.

—"¿Qué?" —preguntó la chica, aunque no había mucho interés en su voz.

Los ojos celestes de Daphne brillaron cuando se paró en la litera de abajo para encontrarse cara a cara con Astrid, que estaba desplomada en la de arriba.

—"¿Sabías que nuestro colegio va a acoger el Torneo de los Tres Magos este año?".

—"¿El qué?"

—"Para los que no lo sepáis, el Torneo de los Tres Magos reúne a tres colegios..." —La voz grave de Dumbledore resonó en el Gran Comedor, haciendo eco en las paredes y en los oídos de los alumnos, que habían empezado a cuchichear emocionados. Algunos ya se habían enterado por los anuncios pegados en los tablones de anuncios, otros se acababan de enterar. En cualquier caso, era una noticia emocionante.— "-Para una serie de pruebas mágicas. Por cada escuela, un solo estudiante es seleccionado para competir. Que quede claro. Si eres elegido, te quedas solo. Créeme cuando te digo que estos concursos no son para pusilánimes".

Astrid ya lo había oído todo sobre el torneo en los dos días que habían pasado desde que se publicaron los anuncios. Era el tema constante de conversación en los pasillos y la muchacha se había enterado lo suficiente como para saber que no se atrevería a participar. Muchos estudiantes habían muerto en dicho torneo y si hacía siglos que no se celebraba, debía de ser por una buena razón.

Draco Malfoy era una historia completamente diferente. Ese chico se había tomado ambos días al pie de la letra, presumiendo de entrar en el torneo cada vez que podía. Astrid había tomado sus propias oportunidades para confirmar que él totalmente debería y luego totalmente nunca volver, lo que el chico no había tomado a la ligera.

En ese momento, junto a la mesa del Gran Comedor, los dos no se hablaban, después de haber tenido una pelea mayor el día anterior. Ni siquiera se miraban mientras se sentaban uno frente al otro malhumorados.

Daphne, sentada junto a Astrid, temblaba de emoción. Para ella, no era sólo la emoción de tener el torneo, sino también la de tener un montón de gente nueva que venía a pasar el año con ellos.

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora