Año 4 - 52.

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Astrid se paseaba por su habitación incapaz de calmarse.

"De todas formas estoy jodida. No tiene sentido preocuparse por ello, ¿verdad?", cuestionó la chica para luego asentir consigo misma en señal de tranquilidad. "Cierto".

Habían pasado dos días desde que Draco y ella habían sido sorprendidos en el Bosque Prohibido. Había pasado la noche después de la primera prueba. A pesar de lo peligroso y angustioso que había sido ver a los alumnos luchar contra los dragones ese mismo día, la mente de Astrid había estado ocupada con sus propias preocupaciones. Después de todo, ese también era el día en que los padres de ella y Malfoy vendrían a hablar con Snape.

"Ash..." Daphne arrulló desde su lugar en la cama y Astrid no dejó de pasearse.

"Estoy bien. Estoy totalmente... estoy bien. ¿Qué es lo peor que podría pasar?"

"Muchas cosas," Tracey soltó una sola carcajada y sonrió aún más cuando Astrid se volvió hacia ella con la mirada.

"¡Vete a la mierda!"

Tracey se limitó a levantar una de sus manos a la defensiva, antes de dejarse caer de nuevo en la cama y terminar el bocadillo que había estado masticando.

Astrid les había contado a sus amigas sobre su salida con Draco, dándose cuenta de que tal vez mentir en esta ocasión muy posiblemente la arrastraría a problemas mayores más adelante. La chica seguía decepcionada consigo misma por no haber sido capaz de mentir para que no la pillaran; como había hecho en muchas ocasiones durante su carrera en Hogwarts.

Les había contado la mayor parte de la historia y acentuado cómo su único propósito había sido meter a Harry Potter en problemas. Astrid había tenido que tranquilizar a las chicas tres veces sobre cómo seguía despreciando a Malfoy, sin importar su salida; ahora más que nunca en realidad. La chica de ojos castaños se arrepintió de su elección de la verdad cuando terminó de contar la historia: Pansy se había convertido en una pesada más pegajosa a Malfoy de lo que lo había sido nunca y Daphne, como siempre, tenía su propia idea de lo que había ocurrido en realidad.

De algún modo, la noticia de que Malfoy y ella podrían ser expulsados se había extendido como la pólvora. No estaba claro si alguien había oído hablar a las chicas o si una de ellas había difundido la noticia a propósito. Y como en realidad nadie sabía por qué, la gente había sacado sus propias teorías, una más loca que la otra. Por un lado, a Astrid le resultaba bastante entretenido escuchar dichas teorías. Por el otro, le daban ganas de abofetear a cada uno de los autores de dichas teorías, ya que estaba terriblemente molesta por las miradas que recibía en los pasillos y los cuchicheos que la seguían, especialmente si la veían con Malfoy.

Y hablando de Malfoy... La única vez que ambos habían conversado en el transcurso de esos dos días había sido cuando Draco le había dicho a Astrid sobre cuándo y a qué hora sería su reunión conjunta de padres y profesores.

El chico estaba tan nervioso como Astrid.

Sentado en la cama de su dormitorio, no hacía más que mirar sin comprender las profundidades del Lago Tenebroso, con la mente invadida por todos los peores desenlaces a los que podía llegar la situación. Había demasiadas cosas mal en todo aquello.

Draco sabía que nunca escucharía el final de lo estúpido y vergonzoso que era haber desobedecido las reglas. Ser regañado por cómo Draco, como siempre, traía la desgracia al apellido Malfoy. Luego lo regañarían más por haber salido con Ninomae específicamente, y luego Draco no se sorprendería si presenciaba cómo su padre realmente se metía en una pelea de muggles. Como su madre no lo acompañaría, nada impediría que el hombre arremetiera contra él. Y entonces... bueno, en pocas palabras, Draco no estaba de buen humor en absoluto.

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora