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—"Muy bien, clase, para entender cómo funciona realmente la vida de los muggles y cómo sobreviven sin magia, primero tendremos que profundizar en su historia y en cómo han llegado hasta donde han llegado hoy".
Era jueves, el tercer día de clase, y su primera clase de estudios muggles, además de casualmente la última clase del día. Al principio, Astrid se había apuntado a la clase por la sencilla razón de tener una asignatura que seguramente aprobaría. Teniendo en cuenta que había vivido once años como muggle, la chica creía que superaría la clase con facilidad.
En realidad, sentada en el aula, se dio cuenta de dos cosas: una buena y otra mala.
La buena era que ella y Daphne eran las dos únicas Slytherin de su curso que cursaban la asignatura, ya que los demás la consideraban una estúpida pérdida de tiempo. La mala era que comprendía que la clase no sería tan fácil y haber oído que a la profesora le encantaba dar tareas de redacción le sentó fatal. Su plan había sido simplemente relajarse en las clases, tal vez echar unas buenas siestas, y luego simplemente garabatear las respuestas obvias en el examen. Pero ahora que el profesor Burbage les había informado de que tenían que aprenderse la historia y los hechos históricos, bueno... a Astrid ya no le apetecía.
Por qué Daphne estaba allí también era un misterio para ella, pero la chica parecía bastante asombrada y observaba al profesor con gran interés.
Astrid suspiró y miró la transfiguración que tenía delante decidiendo que ya eran suficientes malas noticias por hoy. ¿Por qué transfiguración? se preguntará. Bueno, todo tiene que ver con la no tan encantadora mañana de Astrid.
Por alguna razón, Astrid se había despertado extra temprano ese día, y no queriendo molestar a sus compañeras de cuarto, además, de no poder conciliar el sueño nuevamente, había decidido sacar sus auriculares de botón.
Astrid se había quedado extasiada pensando en que nunca tendría que preocuparse por aburrirse, ya que este año traía su walkman y todo. Si sus amigas no querían ir con ella, se iría a pasear o a correr con ella y su música. Si sus amigos estaban aburridos y estudiaban en su habitación o en la biblioteca, Astrid podía simplemente ponerse los auriculares y escuchar música. Sabía que la música siempre podía calmarla o, por el contrario, levantarle el ánimo. La chica había estado deseando pasar un año libre de la mirada perdida en las profundidades del Lago Oscuro.
Todo, por supuesto, hasta que sacó todo el conjunto.
Astrid se había puesto los auriculares, había introducido el casete que quería en el walkman y había pulsado el play, sólo para que éste emitiera un fuerte chirrido. Miró el walkman y vio con horror que emitía humo. Lo había abierto frenéticamente y, al ver el estado de su casete favorito quemado, había soltado un grito silencioso. Pero su gimoteo había durado poco.
—"¿Qué?", —había gritado bastante fuerte despertando a sus compañeras de habitación.
Tracey había abierto un ojo para echar un vistazo a lo que estaba pasando y luego se rió al ver el casete humeante. —"Idiota. ¿Por qué crees que los magos nunca utilizan las tecnologías modernas? Es porque simplemente hay demasiada magia dando vueltas para que puedan funcionar".
—"¿Cuándo iba alguien a decirme eso?",— le había respondido en un susurro a la chica, que cerró el ojo y se giró sobre un costado, todavía con ganas de dormir un poco. Astrid también vio como Maggie se giraba molesta mientras las otras tres chicas seguían desmayadas.
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Sólo eran niños [Draco Malfoy]
RandomEl chico que no tuvo elección y la chica que se equivocó. Certeza y precisión era lo que Draco Malfoy había conocido durante toda su vida. La incertidumbre era lo que a Astrid Ninomae siempre le había gustado buscar. Donde Draco era una tormenta d...