Año 3 - 35.

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Había llegado la primavera, los días empezaban a ser más largos y Astrid por fin se había armado de valor para ir sola a explorar la pequeña cabaña del bosque.

Era viernes, 31 de marzo por la noche, y Astrid había decidido que al día siguiente iría a inspeccionarla una vez más. Había algo en ella a lo que no podía resistirse. El hecho de que Daphne ni siquiera hubiera podido verlo lo hacía aún más intrigante.

Después de terminar con el entrenamiento de Quidditch y ducharse, Astrid se sentó en su cama, con la idea de salir de aventura al día siguiente nublando positivamente su mente. Daphne estaba sentada junto a la mesa individual de su habitación mientras intentaba aplicarse un poco de delineador de ojos, observándose atentamente en el pequeño espejo que había encantado para que flotara frente a su rostro.

La pequeña radio de Astrid emitía suavemente Los hombres lobo de Londres, atenuando el sonido de los llamativos susurros de Tracey y Rosier.

Por accidente, Astrid había conseguido aprender a tocar también otra canción en la radio. En su estado de enfado, había sacudido la varita pronunciando un encantamiento y ésta había empezado a reproducir a todo volumen el estribillo de Smells Like Teen Spirit, de Nirvana. El sonido había sido tan fuerte y repentino que Daphne había soltado un grito y Tracey se había caído de la cama. Mientras tanto, Astrid se había limitado a observar las reacciones de ambas, con los ojos un poco abiertos por la sorpresa. Con la música de fondo, su risa debía de parecer la de una maníaca.

En ese momento, Astrid estaba en el proceso de tratar de entender cuáles eran las similitudes entre los dos encantamientos y qué era lo que hacía que los hechizos funcionaran.

—"¿Puedes apagar eso? Mi cerebro está a punto de explotar", —gimió Pansy desde su lugar en la cama, donde la chica había estado garabateando algo en un trozo de pergamino soñadoramente. Las chicas ya habían escuchado la canción tantas veces que las había puesto de los nervios a todas. Pero cuando las chicas no tenían ganas de sentarse en silencio, a veces la ponían. Sonando una y otra vez. —"No aguanto más. Toca otra cosa de una vez o eres demasiado tonta para saber cómo hacerlo".

Astrid era de hecho demasiado tonta para averiguar cómo.

—"Si eres tan lista, ¿por qué no lo averiguas tú?", —replicó la chica.

—"No me relaciono con esas tecnologías muggles".

Astrid sacudió la cabeza en señal de desaprobación y se tumbó en la cama, apagando la canción que había empezado a sonar en sus mayores pesadillas.

Fue una tarde bastante tranquila; todas las chicas sentadas en la habitación ocupándose de sus propios asuntos. Pronto se hizo tarde y, después de lavarse, las chicas se tumbaron en sus camas para dormir un poco.

Astrid estaba muy despierta, aunque lo único que quería era dormirse más rápido. Estaba tumbada mirando al techo de la habitación mientras escuchaba el suave golpeteo del agua al chocar contra la ventana. Sus pensamientos volvían una y otra vez a aquella cabaña en el bosque y se sentía a la vez emocionada y ansiosa por ir allí sola al día siguiente.

No sabía cuánto tiempo había pasado cuando oyó que algo se movía en la cama de al lado. La chica giró la cabeza para ver a Rosier que se arrastraba con mucho cuidado fuera de su cama intentando escabullirse de la habitación.

—"¿A dónde vas?" —susurró Astrid haciendo que Rosier diera un pequeño respingo y se agarrara a su pecho. Pero con la misma rapidez la chica volvió a enderezarse y miró a Astrid con la habitual superioridad que irradiaba.

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora