Capítulo 39

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Los muertos sí cuentan cuentos

Hazel

Mi cabeza duele. El olor a sangre me aturde y me hace dar una arcada que no puedo controlar. No soy capaz de oír nada, pero siento una mano alrededor de mi cintura que me tranquiliza.

Quiero abrir los ojos, pero el dolor en mi cabeza me detiene. Siento que estoy cayendo a un abismo oscuro que me hace débil. Empiezo a ver una pequeña luz que se va haciendo más grande a medida que doy pasos hacia ella. La brisa me da en la cara y mi respiración vuelve a la normalidad.

Veo el precioso mar delante de mí y salgo de donde estaba. Me giro y veo un tren marchándose entrando a un túnel. Vuelvo a contemplar el bonito mar frente a mí. Me resulta familiar, pero no logro saber por qué.

Entro en la playa quitándome las botas y camino por la arena fina. Está ardiendo y me dan ganas de meterme en el agua. Me quito la ropa que llevo puesta, un uniforme militar negro con un montón de cachibaches por todo mi cuerpo. Me quedo en ropa interior y me lanzo al agua.

Está fresca y disfruto de unos minutos nadando sin parar, sintiendo el vaivén de las olas y despejándome la cabeza poco a poco. Me hago la muerta en el mar y disfruto mirando al cielo azul. Tan azul que me recuerda a mi color favorito. Un azul que me hipnotiza y me pierdo sin perderme.

一¡Pequeña!

Volteo hacia la orilla al escuchar la voz que me llama y reconozco su silueta de casi dos metros de altura. Nado de vuelta hacia la orilla con una sonrisa que no puedo ocultar y me lanzo a sus brazos.

一¿Qué haces aquí? 一me pregunta.

一Me ha dejado un tren 一digo pensativa.

Ahora que lo pienso, ¿cuándo he tomado un tren?

一A mí también me dejó un tren aquí.

一¿Vives aquí? 一pregunto mirando a mi alrededor.

Estamos en un bonito paseo empedrado, con palmeras enormes, corre una brisa marinera que me roza la piel haciéndome sentir en paz.

一Sí.

一Me alegra mucho verte, hace mucho que no te veo 一le abrazo con fuerza sin querer apartarme.

Sus ojos ocres me estudian y su sonrisa con dientes alineados me reconforta como hacía tiempo que no me sentía. Su pelo sigue siendo rubio, tiene algunas arrugas alrededor de los ojos, pero sigue siendo igual de guapo que siempre.

一Ocho años para ser exactos, pequeña...

一Demasiados, tío...

Me abraza más fuerte, me siento en los brazos de mi padre, aunque no sean los suyos. Caminamos por la orilla, admirando las olas del mar y escuchando tímidamente el murmullo del océano. Él lleva mi ropa en su brazo, sigo en ropa interior porque no veo a nadie, disfruto de la compañía que tanto tiempo atrás me arrebataron.

Llegamos a una casita pequeña de dos plantas, hay plantas en el exterior, un bonito comedor exterior y un jardín sencillo con flores de varios colores. Doy unos pasos por el camino de tierra y subo los pequeños escalones de cemento, hasta que entramos juntos al interior. La casa me resulta familiar y mi sonrisa se ensancha al darme cuenta de dónde estamos. El olor, la sensación de calidez...

一Hace mucho que no vengo aquí.

一Tu cuarto sigue tal cual 一ríe y subo las escaleras corriendo.

Abro la puerta de mi habitación y compruebo que es verdad lo que dice.

La cama pequeña sigue con las mismas sábanas rosas, en el escritorio está el ordenador de sobremesa que me ha hecho aprender casi todo lo que sé, en el armario sigue la ropa que metí la última vez en la maleta y en la estantería reposan los libros que he leído una y mil veces durante las vacaciones.

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