Capítulo 7

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San Juan

Hazel

Cruzo el último control que me permitirá traspasar las puertas de la fortaleza que hay delante de mí mientras le doy un sorbo a mi café helado y me llevo una galleta de chocolate a la boca.

Por culpa del Mundial de Fútbol, he tenido que salir antes del apartamento porque todo está lleno de turistas y los autobuses y vehículos se paran cada dos por tres, haciendo insostenible circular por la ciudad de París.

Doy una leve inclinación de cabeza a los guardias y acaricio a través de la ventana al pastor alemán que está sentado junto al vigilante. El can me mira ladeando la cabeza y sacando la lengua, pero mueve el rabo y sé que mis caricias le han gustado. En cuanto me dan el visto bueno, acelero hasta llegar al aparcamiento lleno de coches, dejando mi coche en la zona reservada para mí.

Me muevo hacia la zona de dormitorios para colocarme la habitual vestimenta, horrible por cierto, y recojo mi pelo en una trenza alta que me da la apariencia de una amazona.

Tuve que pedirle al alférez que se encargase de la primera parte del entrenamiento para yo poder llevarle el informe al Comandante, con una pequeña sorpresita. Le voy a llevar los de los otros escuadrones para que se le acumule el trabajo. No tuve problemas en conseguirlos ya que parece que no quieren enfrentarse a él, los comprendo.

Me encamino hacia la centralita y saludo a la secretaria, miro el reloj, son las ocho.

一Buenos días, Gemma, ¿se encuentra el Comandante?

一Sí, está esperándola, puede pasar 一sonrío y me siento en una de las sillas delante de su escritorio mientras pasan los tres minutos que me quedan para entrar一. ¿Todo bien, teniente?

一Sí, es solo que quiero ser puntual.

Me mira sin comprender y es que no soy capaz de quitar la sonrisa de mi cara. Mi objetivo es entrar a y cuatro y treinta segundos por esa maldita puerta, darle todos los informes de los escuadrones y recuperar mis bragas.

一¿Hay mucha diferencia entre el Comandante Girald y el Comandante Barone?

一Para mí no, ambos son muy trabajadores.

Me levanto y toco a las puertas de madera que abro cuando me vocifera desde dentro. Está enfadado, qué pena.

一Buenos días, mi Comandante 一mi voz sale suave y tranquila.

Como si no la hubiese ensayado antes de venir.

Me acerco hasta su mesa dejando la montaña de informes que he traído conmigo y me quedo plantada con las dos manos sobre el escritorio, taladrando la madera con mis uñas en un movimiento rítmico que le hace mirarme las manos.

Le detallo con una sonrisa en la cara que le hace fruncir el ceño y se levanta plantándose en la misma postura que yo, haciendo fuerza con sus brazos.

Mi cara queda a centímetros de la suya y susurro no queriendo levantar la voz. Me concentro en no despegar mis ojos de los suyos, lo que no me resulta difícil pues son como un imán para mí.

一Como le dije anoche, señor, aquí tiene los informes del escuadrón diamante, y del zafiro, carmesí y esmeralda de regalo 一susurro一. Son las ocho y cinco.

Me mira la boca y sonrío aún más cuando veo que sus ojos se oscurecen. Me aparto hacia atrás y le tiendo el informe de mi escuadrón.

No le hace caso y lo vuelve a dejar encima de los demás acercándose a mí dando la vuelta al escritorio enorme que tiene.

一¿Me está tomando el pelo, teniente? 一gruñe.

一No me atrevería, mi Comandante.

Debo mirar hacia arriba para mirarle a los ojos. Su presencia impone un poco.

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