Capítulo 20

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La alianza

Alexander

Las luces de París vibran en la noche mientras que las bocinas son insoportables. Que la ciudad esté de fiesta por la primera victoria de Francia en el Mundial es algo que me altera, quiero tranquilidad.

Ruedo la piedra del mechero y enciendo el cigarro mirando hacia la Torre Eiffel iluminada. Apenas se ven las estrellas, es algo que no me gusta.

El sabor a ceniza me inunda la boca y suelto el humo que me da de cara por el leve viento. Tengo tantas cosas en las que pensar y aquí estoy. Me dejo caer sobre la baranda, apoyándome y dejándome envolver por la suave brisa que ha empezado a correr hace nada.

Escucho ruido en la habitación detrás de mí y miro a través del ventanal del hotel. En el espejo de la pared veo como la chica con la que he follado hace una hora se despereza y me busca en el baño.

Vuelvo mi mirada al frente y le doy varias caladas al cigarro hasta que siento unas manos delicadas tocándome la cintura. Mete las manos por dentro de mi bóxer y acaricia mi falo flácido.

一¿Quieres que echemos otro?

Si fuese otra mujer la que me lo dice, no necesita ni preguntar, no hubiese salido de la cama hasta que esos ojos violetas hubiesen visto la luz de la mañana.

No soy capaz de parar de pensar en ella y encima llevo dos días sin hablar con ella.

Me voy a volver loco.

No paro de espiarla a través de los ventanales de mi despacho.

Por la mañana en el campo de entrenamiento designado a su escuadrón y por la tarde mis ojos se desvían a la derecha para ver si se acerca al campo de Mayores, pero no ha vuelto a acudir. Incluso he activado las cámaras del gimnasio en mi ordenador, pero tampoco ha estado.

一¿Me has oído?

一Vete a dormir 一gruño.

一¡Imbécil!

Se aleja de mí y vuelve dentro, veo como empieza a ponerse el vestido enfurecida y se va sin decir nada más dando un portazo.

No es algo que me importe porque ya me ha saciado, lo prefiero, no quiero grandes dramas y hay mujeres que no aceptan un polvo o dos nada más. Termino de fumarme el cigarro y me siento en la tumbona que hay en la terraza disfrutando de la tranquilidad que hay ahora que las bocinas han parado.

Reviso mi teléfono y compruebo las fotos que el alférez que me recomendó la teniente me ha enviado. Sin duda es Valentino Salamaro, el capo, pero no han podido sacar en imágenes a su acompañante.

Parece un hombre joven, pero no se le distingue la cara. Su fisionomía no me recuerda a nadie que conozca, así que no tengo ni idea de quién se trata, pero tengo que averiguarlo.

Al menos han podido recabar algo de información. Estoy convencido de que debe estar tramando algo, pero no se me ocurre el qué. Los espías tienen que seguir en ello, tengo que atraparlo como sea, meterlo en la cárcel o matarlo.

Vuelvo adentro poniéndome la ropa. Salgo del hotel deseando llegar a casa y darme un buen baño caliente. Ha empezado a llover y el calor asfixiante se ha normalizado un poco.

Aparco mi DS 9 en el aparcamiento del edificio donde vivo y subo hasta mi ático.

No escucho ningún ruido así que supongo que Tania está durmiendo ya en su casa. Llego hasta mi habitación y me meto a la bañera de mi baño privado, recostándome en ella mientras el agua caliente empieza a subir poco a poco y se mezcla con el jabón.

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