Capítulo 17: Flores

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- Pensé que habíamos limado las asperezas este fin de semana - dice con un tono algo más suave, lo cual me sorprende y lo miro sin entender nada - ¿No?

- Cl-claro - intento decir, su cambio de actitud me confunde.

- Entonces... ¿Por qué le es tan difícil mirarme como lo está haciendo ahora? - levanta una ceja burlón.

¿Qué? ¿Acaso no me iba a regañar?

- Eh... - intento componerme rápidamente - no entiendo por qué dice eso.

- Durante todo el tiempo que llevamos en estas cuatro paredes, con suerte me ha mirado un par de veces - cruza sus brazos en su torso, desde mi posición tenía una perfecta vista de su perfil y de su cuerpo - ¿Tan horrendo le parezco?

Su pregunta me deja anonadada ¿Horrendo? Debe ser una puta broma ¡Es perfecto y lo sabe! de lo contrario, no lo diría con tanta simpleza. Si supiera que me tuvo nerviosa todo estos minutos, horas tal vez, por lo incómoda que estoy por haber fantaseado con él estos días.

- N-no es eso, Señor Lee - admito y la sonrisa en su rostro me hace sonrojar, vaya lo está disfrutando pero no me dejaré - la verdad, aunque me despida, tengo que hacerlo - me observa confundido al ponerme de pie.

- Muchas gracias por todo - me inclino doblando todo mi torso en señal de auténtico agradecimiento - incluido el regalo para Leebit, es muy feliz con todo lo que le envió, aunque su juguete favorito sin dudas es la canasta - admito, así son los animales no se encandilan con regalos, sino con las cosas simples de la vida.

Una risita inunda el ambiente.

- Me alegra que así sea - dice divertido.

Me quedo así, esperando que diga algo, siento mi rostro arder a cada milésima de segundo que pasa, aprieto mis ojos intentando contener el nerviosismo. Escucho unos pasos secos acercarse.

- ¿Está consciente de lo que acaba de hacer? - oigo su voz mucho más cerca y al abrir los ojos me encuentro con sus zapatos pulcramente cuidados, al subir mi vista, noto sus manos en los bolsillos de sus perfectos pantalones entallados en las fuertes piernas frente a mí, la hebilla de un cinturón, su chaqueta abierta y... maldición puedo notar el montículo que se forma en su entrepierna y ahogo un grito en mi garganta - levántese - ordena.

Lentamente obedezco y siento mi rostro arder, no creo que sea capaz de ocultarlo, a enfrentarlo de todos modos.

- ¿Me va a despedir? - agrego simplemente, intentando distender el ambiente y ocultar el sonrojo en mi rostro.

- ¿Eso quiere Señorita Kim? - dice desde su misma posición.

- No señor - mi voz pierde fuerza convirtiéndose en un susurro, mi cuerpo entero reaccionaba a su presencia.

- Que bueno, tampoco quiero despedirla - dice levantando una ceja coqueta y la comisura de sus labios se curvan en una media sonrisa demasiado sexy para no apreciarlo y quedarme ensimismada.

- Yo tampoco quiero - le digo por inercia mientras sigo mirando sus labios.

¿Por qué tiene que ser tan guapo? me incomoda que sea mi jefe y cada vez que lo vea en el trabajo recuerde las fantasías que tengo con él. En momentos como este sólo quisiera que fuese un completo desconocido y borrarle esa expresión arrogante perdiéndome en sus labios.

- Sí, ya lo dijo - repite frunciendo el ceño - espero no haber ocasionado algún malentendido con su novio.

Sus palabras me sacan del trance. Dijo... ¿Novio?

- ¿Novio? - me da la espalda y vuelve por su laptop cerrándola.

- Imagino que todavía no sabe porque llegó... algo tarde, pero es imposible caminar por los pasillos sin notar las flores en su escritorio.

Limbo - Lee KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora