Capitulo 5.

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Entrada al baile.

Eileen.

Definitivamente el castillo del rey Edward era mucho más presuntuoso que lo que oyó o alguna vez leyó en los libros que le mostraba su tía.

Este se alzaba imponente frente a ella, tenía una entrada principal con un puente de madera que ahora estaba abajo para poder cruzar al gran jardín que estaba dentro. Parecía tener cientos de habitaciones, también había seis torres ubicadas de forma escalonada y al centro en lo más alto estaba la última, y hasta el rincón más pequeño estaba iluminado y decorado con rosas blancas.

Pero Eileen era amante de las fresias, y de hecho era su aroma natural, su marca personal.

Avanzo junto con otras brujas a paso cauteloso pero elegante en su caballo negro, Camaleón.

- Tranquilo amigo, estamos protegidos siempre.

Y sintió la paz de Camaleón de vuelta mientras lo acariciaba.

Una vez llegaron al otro lado del puente, los mayordomos se acercaron para poder llevar sus caballos a los establos y así poder ingresar al gran salón.

Eileen bajo con gran destreza a pesar de llevar un larguísimo vestido azul y sandalias. Un joven se acerco pero al observarla no fue capaz de abrir la boca.

- Bue, bue, buenas noches señorita...- El joven tartamudeaba mientras la observaba con total asombro, completamente embelesado.

- Duquesa Good.- Susurro con una amable sonrisa.

El pobre hombre se puso rojo como un tomate y asintió con violencia.

- Claro, por supuesto- Pareció decírselo así mismo.- Duquesa Good, permítame el caballo.

Con suma elegancia ella le cedió las cuerdas no sin antes darle una caricia a su compañero.

- Se lo encargo, es muy importante. – Lo miro a los ojos y le sonrió con amabilidad.

- Disfrute de su estancia, cuidare de él con mi vida.- El joven larguirucho y rubio la miro una vez mas y sacudió su cabeza, tratando de recomponer su postura o de olvidar algún pensamiento.

Eileen no era ninguna tonta, sabía que allí no podía usar magia, pero no quitaba que en su reino si pudiera hacer algo para proteger a su amigo, y así lo hizo, por eso lo dejo ir en manos de aquel jovencito.

Se paro frente a ambas puertas del castillo y antes de avanzar espero a Myrcella, quien se detuvo a su lado.

- Eilini, ten cuidado, pero por supuesto, diviértete.- Una sonrisa llena de secretos se extendió por su rostro y avanzo con elegancia.

Con cuidado tomo su antifaz, este estaba lleno de piedras preciosas puntiagudas, también tenía algunas plumas largas negras en las esquinas.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora