Capítulo 32.

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Eileen pov.

De pronto el Castillo Negro lucía más reluciente si es que eso era posible, la servidumbre había hecho un trabajo récord de madrugada ambientando todo para la llegada del rey del norte, Maxon Lexostor.

Hasta su nombre era todo un misterio, me había informado un poco más acerca del Rey, había averiguado que le gustaba comer, algunos de sus pasatiempos, y sobre todo y más escalofriante, jamás había pedido una batalla, nunca.

Considerando que era conocido como el guardián del Norte y habían intentado muchas veces invadirlo para tomar su trono, era fascinante y terrorífico que nadie había podido derrotarlo, ni siquiera habían cruzado la frontera, la cual estaba bastante lejos del Castillo Sombrío el cuál habitaba.

Los reportes decían que alrededor de 2.000 bestias, brujas o alimañanas intentaban traspasar sus límites todos los años, pero nadie avanzó más allá de la primera línea de custodia, cuyos soldados se camuflaban en la austera vegetación casi inexistente y aún así eran los mercenarios más fieros y temidos de todos los reinos.

Entonces no había que imaginar de lo que era capaz el Rey, y de hecho se debería abandonar toda esperanza si se llegaba a aquella instancia.

" Es sabido que el Rey Maxon Lexostor no tiene piedad con invasores, y es así como la grandeza de su casa nunca ha sido cuestionada, mucho menos invadida.

El Rey del Norte está rodeado y acompañado de las criaturas más fieras e inimaginables de los confines de la tierra, pero también es él quién se ocupa de mantenerlas a raya y que no pasen al sur."
       
Katherina Borge, subcomandante de Las Blancas, 1831.

Cerré el libro que Myrcella había dejado para mí cuando mencioné la visita del rey, obviamente éste hombre era más que longevo, habían pasado casi 200 años desde la publicación de ese texto.

Al parecer llegaría al atardecer, así que me adentre a la cocina con ropa cómoda, un simple vestido negro de mangas acampanadas, debía informarles acerca de los platillos: nada de pescado, solo pollo y carnes rojas a medio punto para el Rey Maxon, además vino tinto malbec y abundante agua fría.

Más tarde me dirigí al establo, allí estaban Fuegoazul y Camaleón, ambos relincharon con alegría al verme.

"Te extrañamos" Dijeron al unísono.

Acaricié sus largas crines y bese a cada uno en sus coronillas, no había animal en la tierra que me diera más paz que un caballo.

Sus crines brillan como las estrellas, ¡La vida en el Castillo si que les sienta bien a ustedes, eh!

Sentí sus risas en mí mente, una corriente de aire frío se coló por el largo pasillo del establo, miré al final pero allí simplemente no había nada, aún así, no podía evitar sentirme observada de alguna extraña manera.

"No percibo nada." Dijo Camaleón con pereza, al parecer estaba realmente aburrido.

"Sin embargo ese frío fue extraño." Remarcó Fuegoazul, quien tenía una mirada tan desafiante como la Zackary en un enfrentamiento.

Mí mirada se clavo en el final del establo una vez más pero allí no había nada, al menos a simple vista. Sacudí mis hombros tratando de deshacerme de la idea, nadie en su sano juicio se atrevería a hacerme daño en mí propio Castillo, y de todas maneras, le daría batalla a quien sea, no le sería tan sencillo.

Estuve un rato más con mis compañeros, cambie su heno, los alimente y les di más agua fresca, me despedí de ellos y me fui a prepararme para la llegada del Rey de las Sombras.

Una doncella me ayudó esta vez, colaboró con mí baño, pulió mis piernas y brazos hasta dejarlos brillantes y suaves, también me trajo un vestido que aún estaba en su funda, jamás acabaría de usar todos los vestidos que tenía allí.

- Es realmente divino, alteza, va a lucir usted deslumbrante.

- Gracias Maeve, eres muy dulce.- Asentí y sonreí.- Ya puedes retirarte, y ve a comer, no te he visto probar bocado hace algunas horas.

Meave era muy trabajadora y dulce, sus regordetas mejillas y cabello castaño me inspiraban dulzura y necesidad de no exigirle tanto, aunque su trabajo era liviano, sabía que aveces se saltaba comidas.

-Y es una órden.- Aseveré el gesto para que supiera que hablaba en serio.

Se sonrojó pero sonrió agradecida.

- Gracias alteza, es usted muy buena, gracias.

Con unas torpes reverencias y algo apurada partió dejándome sola.

Me gustaba que me ayuden, pero realmente disfrutaba mí tiempo sola, además podía ocuparme perfectamente de mí cabello, maquillaje y ponerme un vestido.

En una hora había terminado con todo, mí cabello iba suelto con algunas ondas y llevaba puesta una enorme tiara de diamantes, mí vestido era en tonos celestes, con mangas largas y acampanadas y cuernos de piedras bordadas en el escote y a lo largo de la falda.

Me sentía bien, me sentía poderosa y lista para defender mí Castillo de ser necesario, aunque esperaba que no sea el caso.

Bajé con cuidado las escaleras, hasta llegar a la puerta principal, la abrí y me encontré a Zackary esperándome.

Su mirada se volvió oscura a medida que observaba mí vestido y algo en sus ojos brilló cuando vio mí cabello.

- Su cabello está rizado...- Observó y su voz salió seca, como si se hubiera quedado sin aire.

- Usted también está imponente, magestad.- Respondí sonriendo.

No había una sola vez que él no me sorprenda, el día de hoy llevaba un traje azul de gala, zapatos negros brillantes y la insignia del reino brillaba sobre su pecho, su cabello iba cuidadosamente peinado hacia atrás y su bendito rostro tan precioso como siempre.

"Al menos mí esposo es joven y apuesto, pobre de la que se vaya a casar con el Rey de las Sombras." Pensé con ironía recordando que debería tener casi 200 años, o más.

Zackary me devolvió una radiante sonrisa que casi roba mí aliento, se puso a la par y me ofreció su brazo.

- Creo que no tarda en llegar.

Y como si hubiese visto el futuro, un enorme carruaje negro tirado por seis caballos del mismo color de acercaban a la puerta, también iba acompañado de otros cuatro guardias en sus respectivos caballos.

La luz del castillo me permitió apreciar más el carruaje cuando éste finalmente se detuvo frente a nosotros.

Era de oro y algún metal que no distinguí, simplemente bellísimo, tenía la insignia de un dragón en la puerta rodeado de flores, aunque no supe cuáles eran.

El cochero bajó de su lugar y avanzó hasta llegar a la puerta del carruaje.

Inevitablemente mí corazón comenzó a latir con fuerza, alcé mí rostro y pude sentir que la postura de Zackary se endurecía, sentí sus músculos debajo de mí mano, estaba tenso como yo.

La puerta se abrió y supe que jamás olvidaría ese rostro aterciopelado, un hermoso escalofrío volvió a recorrerme la espalda como la primera vez que lo ví.
















Y hasta aquí este capítulo 😵😵😵🖤🖤🖤🖤 ya lo sé, ya lo sé, ya sabemos quién es!!!! 👀💕 Dios mio, es que, quien se le puede resistir a un hombre así? Jajajajaja

Pobre Eileen, está entre dos fuegos 🌝💕

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora