Capítulo 23.

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Zackary pov.

Me decidí por esperarla afuera, de un momento a otro un peón trajo ambos caballos con lo que había pedido, le agradecí pero se limitó a asentír y salió apurado hacia los establos.

Algunos trabajadores del castillo ni siquiera me miraban, me reputación me precedía, era un asesino a sangre fría en el campo de batalla y debía admitir que aveces también era grosero, aunque con ella... Aveces la veía tan vulnerable que mí altanería simplemente se esfumaba.

Pero luego veía el valor en su mirada frente a un enemigo y era capaz de verme en ella, no debería subestimarla, era realmente fuerte, de hecho estaba soportando el duro entrenamiento de su tía y su amigo como una verdadera reina, con perseverancia y mejorando día a día.

Ella no lo sabía, pero había presenciado algunos de los entrenamientos con Ethan, sobre todo con ese infeliz que tuve que amenazar porque si le dejaba marcas o moretones le rompería las piernas.

Me removí incómodo, de tan solo pensar que alguien la lastimara, una rabia asesina comenzaba a correr por mí sangre.

Me dije a mí mismo que era por el encantamiento del dia del baile.

Tomé la manzana de la bolsa que estaba en la silla de Fuegoazul, mí caballo tan negro como la noche.

Toqué su pelaje y se relajó, me dio un toque en el hombro y sonreí.

- Ya casi nos vamos amigo.

Robert apareció de algún lado, este hombre se escabullía como una sombra por todos lados.

- Príncipe Zackary, su padre le ha enviado una carta con carácter de urgencia.

- ¿La has leído?- El tenía toda mí aprobación para hacerlo, así decidía rápidamente si realmente era una emergencia o no.

- Sí magestad.- Asintió.

- ¿Entonces? ¿Está bien mí madre?

- Si, nada malo ha pasado con ella.- Me aseguro con una sonrisa amable.

- Muy bien, entonces deberá esperar a mí regreso, iré con la reina al corazón del Bosque y no irá sin mí.

Robert entendió de inmediato, se giró sobre sus talones y volvió al interior del castillo.

La bruja de cabellos plateados salió finalmente, con botas de montar, un pantalón gris y una camisa blanca que tenía fresias negras bordadas.

Definitivamente le hacía honor a su esencia.

Al observarla un poco más noté que había trenzado su cabello y algunos mechones rodeaban su rostro.

"Maldita asimetría perfecta. Nariz perfecta, pera perfecta, pómulos justos, labios llenos." Sacudí mí cabeza, debería dejar de mirarla así.

No sé percató en absoluto de mí observación, de dirigió directamente a Fuegoazul y lo tocó como si lo conociera de toda una vida, lo que me espantó un poco porque mí caballo no dejaba que nadie más que yo lo toque.

- ¡Pero si eres una belleza!- Le dijo, el caballo tocó si hombro y ella comenzó a reír.

"Por favor, parece música, su risa es música." Pensé y sufrí un poco al pensar que no la había oído reír así en todas estas semanas.

Le dio unos cuantos besos en su trompa mientras lo acariciaba.

"Éste si que sacó la lotería" Pensé con amargura y desvié la vista.

Cuando volví a mirarlos, ella estaba observándome con diversión.

- ¿Te divierto?- Pregunté con calma.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora