Capítulo 36.

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Rey Maxon L., pov.

La revelación de la bruja lo había dejado consternado, luego de años de monotonía en su vida, el destino y las malditas brujas le jugaban otra pasada, y de las malas.

Tanto así, que en un ataque de ira casi le arrancó el brazo, su poder sobre el de la bruja era enorme, podría decirse tranquilamente que Sarah no tenía chances en un combate.

La bruja le rogó piedad.

"Asquerosa bruja del infierno." Pensó una vez más.

Las detestaba, las odiaba con fiereza, le dieron la espalda aquella vez cuando su hermana Elena agonizaba, le dieron la espalda cuando les dijo abiertamente que había sido el Rey Edward Hellwitch de quién sospechaba de haberla envenenado indirectamente mediante un espía.

La vida había sido muy dura para Maxon, su madre Sharya fue una mujer amorosa y muy dulce, de la misma naturaleza que él, su padre en cambio, era humano.

Haxmolf se enamoró de quién fue su esposa durante la Primera Guerra, la que provocó la división de los reinos como actualmente se conoce.

Sharya era una joven doncella de clase alta, más precisamente la princesa del Norte, y de una belleza etérea y casi irreal, mientras que Haxmolf era hijo de un soldado humilde de las afueras del reino pero tan apuesto, valiente y caballero como un príncipe de fábula.

Fue el destino quién los cruzó una noche, cuando la intrépida Sharya se había aventurado en la noche rumbo al bosque que lindaba al sur, casi en la frontera, pero allí era Haxmolf quien custodiaba los límites, y bastó con solo una mirada para que ambos se volvieran inseparables.

Habían establecido una relación de amistad, risas y complicidad, él sabía que si lo descubrían ayudando a la chica a llegar al bosque podían cortarle la cabeza, y ella sabía que podían despejarla de su título y otros castigos más duros solo por hablar con un soldado, pero la conexión con él era más fuerte que cualquier cosa que haya sentido jamás, y de esa misma forma se sentía él.

Las noches se habían transformado en el momento favorito de ambos, lo esperaban con ansias y con el correr de las semanas, fue Haxmolf quién le confesó sus sentimientos, le juro lealtad y amor eterno.

Sharya le correspondió enloquecida de felicidad, y así comenzó su relación, entre la noche, el bosque y largas caminatas hasta la frontera.

Con el correr de los meses, decidieron oficializar su relación, ya no querían ocultarse y vivir en las sombras, su amor era demasiado puro y luminoso para sumirlo en la oscuridad. Deseaban fervientemente ser felices sin miedos a ser descubiertos y asesinados.

Sharya puso entre la espada y la pared a los reyes del Norte diciéndoles que sino aceptaban su relación con el joven Haxmolf renunciaría a su título y se iría lejos de allí, sus padres no tomaron su amenaza en serio, pero con el correr del tiempo entendieron que no era un capricho o un amor pasajero, así que aceptaron al joven, no sin antes hacerlo pasar por tres rigurosas pruebas.

Dichos desafíos lo ponían a prueba en tres aspectos cruciales, además de lograrlo, no solo sería bendecido para casarse con Sharya, sino también, debería guardar el delicado secreto de la familia.

Las pruebas fueron: Una física, una de inteligencia, y otra mágica.

Salió vencedor en las tres, y aunque estuvo al borde de la muerte, logró su cometido y pudo obtener la mano de su amada junto con el secreto de estado mejor guardado; con el correr de los años fueron ellos quienes sucedieron al trono, gobernaron con paz, armonía y justicia, hasta que cinco años después de haberse casado llegó a sus vidas Maxon, la luz de sus vidas.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora