Capítulo 41.

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Rey Maxon L., pov.

Llevó a sus mejores soldados tal y como lo había hecho en su viaje a Hellwitch, se vistió digno para la ocasión, llevó el carruaje de gala, pues la situación lo ameritaba.

Durante el viaje siguió ocupándose de otras cuestiones, le dejo indicaciones específicas a Melir con respecto al Castillo, y también le indicó que le avise de inmediato en cuando el Capitán Fenebrick entregara a Nadeznha en El Reino Blanco, no se fiaba de esa maldita bruja, y decidió que si Las Tres Supremas no le daban su merecido, él mismo haría justicia, después de todo había logrado entrar hasta las puertas de su fortaleza, razón suficiente para acusarla de invasión.

Por otro lado, no dejaba de pensar en el hecho de que había un traidor en sus filas, Nadeznha no lo había logrado sola, incluso tenía en la mira al mismísimo Fenebrick, luego estaban los oficiales de rangos menores, no descartaba a nadie, el único a quien le confiaba su vida, era a Melir.

Casi al anochecer llegó al Bosque Arlem, sintió la hostilidad de la magia del difunto brujo repelerlo, pero a medida que avanzó, ésta dejó de empujarlo, pues no venía con intenciones hostiles, al contrario, si estaba en lo cierto, el sólo haría un reclamo formal ante el Rey Zackary Hellwitch y la joven reina.

El carruaje se detuvo, y en las puertas estaban ambos reyes, parpadeó sorprendido ante la luz de poder de la bruja, jamás, jamás en sus longevos años había sentido semejante luz y poder, una parte de él sintió tristeza, ¿Cómo carajos había terminada casada con el inútil junior?

Negó con la cabeza e inspiró hondo, y se decidió salir, primero una pierna, luego la otra.

Verla de pié con ese imponente vestido casi lo hace olvidarlo todo, la forma en que el corset de ajustaba a su pequeña cintura le provocó escalofríos.

No sabía en qué momento se había transformado en un fanático de las cinturas pequeñas, pero por supuesto si observación fue tan rápida como un pestañeo.

Maxon notó que Eileen sostuvo el aliento al verlo, no pudo evitarlo y su orgullo se infló aún más, casi sonríe.

Carraspeó educadamente y miró esos tormentosos ojos grises en los que había pensado más de una vez éstos últimos días.

- Magestad.- Se obligó a decir ella y casi hizo una reverencia pero él la detuvo con su mano.

- Por favor, no es necesario, en todo caso usted es la dama.- Se agachó hábilmente y le ofreció su mano, ella la suya y en ese momento sus ojos se conectaron de nuevo, gris contra dorado, una combinación extraña y electrizante.

El beso fue tan suave como la caída de una hoja en otoño, algo muy dentro de él sentía que debía tratarla con una delicadeza mortal.

Se puso de pié y su rostro cambió completamente al ver a Zackary Hellwitch, estúpido casi infiel, quiso arrancarle los ojos, pero se obligó a civilizarse por la ocasión.

- Rey Hellwitch de Arlem, nos volvemos a ver.- Le dio un apretón de manos.

- Es un placer que haya decidido venir, sin duda es un honor para nosotros.- Hizo un gesto hacia la joven y la presentó.- ella es mí esposa, la Reina Eileen Good de Arlem.

- Nos conocíamos.- Indicó recordando que estuvo a punto de darle su merecido al baboso perro faldero del Rey Edward.

- ¡Vaya! He llegado tarde entonces.- Dijo Zackary confundido.

- Como cuando dejó ir a su Reina sola en medio de la noche.- Replicó con una amarga sonrisa, lo que enfureció al otro Rey.

- Mantente en tus asuntos, Maxon.- Masculló Zackary con rabia y dio un paso adelante.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora