Capítulo 16.

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Eileen pov.

Myrcella me hizo los últimos retoques del tocado, el cuál consistía en una trenza floja con hilos transparentes y pequeñas flores blancas y otras azules.

Me veía radiante, jamás en la vida había estado tan a gusto con un vestido, y es que mí tía realmente se había ocupado de hacerme sentir como la futura reina que iba a ser.

Tenía mangas largas que terminaban en puntas hacía mí dedo medio y se enganchaban, allí mismo tenía piedras pequeñas y simulaban ser un anillo. El corte del vestido era de sirena acentuando mis curvas en los lugares adecuados, con un una larga cola bordada al final con fresias en beige y azul.

Mis zapatos eran altos pero cómodos, tenían finas tiras en mí empeine y se abrochaban con hebillas.

Me observé una vez más, habíamos llegado a mediodía al palacio del rey Edward, y allí tenía una hermosa habitación repleta de obsequios y comodidades a mí disposición.

Perfumes, alhajas, maquillaje, y más vestidos de regalo.

La única cosa que había querido era ver a Zackary de nuevo, no porque estuviese enamorada o algo así, pero necesitaba verlo a los ojos y saber que lamentablemente el también estaría ahí, habia muchas cosas que quería decirle, y no había encontrado un solo segundo a solas para buscarlo y hablar con él.

- ¿Estás bien?- Myrcella me saco de mis pensamientos y me miró con ojos tristes y preocupados.

- Si, claro - Murmuré y me aleje del espejo y me asomé ligeramente por el balcón. La noche estaba llegando, pero antes un preciso atardecer se asomó, era naranja con líneas rosadas.

- Puedes dejarlo, yo...- Alce mí mano y no la deje terminar.

- He hecho esto porque así lo sentí, no hagas que todo lo que pase no merezca la pena.- Le pedí solemne con lágrimas en mis ojos y media sonrisa.

Quise apartar la imágen de mí cabeza, pero el increíble dolor de mí brazo me recordó el castigo que me dio mí abuela porque supo muy bien que más allá de salvar a mí tía de casarse con quién no amaba, era demasiada casualidad que ese mismo día conociera a Zackary y lo convirtiera en mí otra mitad, y aunque no pudo comprobar que no hice trampa, me dio un duro castigo que marco mí brazo con un tatuaje de hiedras.

Gracias a un hechizo de Myrcella no se veía y dolía menos, pero el seguía allí, palpable.

- Jamás pensé que tu casamiento sería algo que me de pena, Eilini.- Murmuró Myrce con lágrimas y una sonrisa triste.

- Vendrán cosas buenas para las dos naciones, no debes tener miedo por mí, además se bien como defenderme.

Recordé el hechizo que le lance a Sarah la noche del castigo, ella me había herido pero se llevó también una herida pequeña en el pié, y como resultado cojeaba un poco.

Jamás pensé que mí abuela me lastimaría de esa forma, pero el poder ciega a la gente, y por mí parte me dedicaría a hacerle la vida imposible, ella y el rey Robert no se saldrían con la suya tan fácilmente.

Me encargaría personalmente de ellos, los dejaría sin nada.

- Se lo que piensas, y me tienes para lo que desees.- Juro mí tía muy solemne.

La abrace suavemente y le sonreí.

- Lo que soy te lo debo a ti.

- Soy yo quien te debe y basta o arruinaras mí maquillaje.- Dijo ella y tomó rápidamente una servilleta de papel del tocador.

Oí que alguien golpeó la puerta y mí brazo comenzó a doler de inmediato, mí cara alarmó a Myrcella quien se puso de espaldas a mí.

Sarah se pasó sin esperar respuesta, cerro la puerta y nos observó con una sinica sonrisa.

- Luces radiante Eileen.- Me dijo clavando sus ojos en mí vestido y deteniéndose en mí brazo.

- Me siento radiante.- Contesté desafiante y alzando la barbilla.

- Lamento la cicatriz.- Dijo con indiferencia.

- Claro que no, no lamentas nada, pero tranquila,- Una sonrisa enorme se formó en mí rostro.- yo tampoco lamento lo de tu tobillo, y eso que le erré.

Sarah alzó su barbilla y supe que estaba contando hasta diez, detestaba que le conteste y no haga su voluntad, de haber sido más astuta se habría dado cuenta que no había ganado la guerra, solo una batalla, después de todo, me casaba con el príncipe Hellwitcher y ella salía beneficiada como siempre.

- Ni se te ocurra Sarah, no queremos montar una escena hoy.- La amenazó mí tía .

Puede que a mí me hiciera daño pero no se enfrentaría a Myrce, ella era la comandante de Las Blancas y más allá de seguir las órdenes de las Tres Supremas, la lealtad era hacía ella primeramente.

La bruja y ésta suavizó el gesto.

- No volverás a tocar a Eileen.- Su voz sonó como una promesa hacia ella misma.- Porque su yo hubiese ido con ella esa noche, nada de eso habría pasado.

Las brujas se desafiaron fuertemente con la mirada, las luces de los poderes comenzaban a salir de sus pies, de pronto el aire se volvió denso y sus cabellos flotaban ligeramente.

- No me volverá a tocar porque tampoco se lo permitiré, - declaré clavando mis ojos en mí abuela - de ahora en más deberíamos evitar conflictos, después de todo, estoy aquí para evitar una guerra entre naciones, sería estúpido pelearnos entre nosotras.

De hecho tenía muchas ganas de incinerarla pero sabía muy bien que este momento estaba vulnerable y no saldría bien.

- De acuerdo, feliz boda querida, por lo menos el Hellwitcher es apuesto y tengo entendido que es un gran guerrero.

Ambas miramos a mí abuela sin contestar y ella se despidió con la mano y una mirada llena de desprecio, desapareció por la misma puerta que llegó.

Volteamos al balcón observando el final del ocaso, en breve llegaría el momento de encontrar al príncipe Zackary en el gran salón.

Mí vida se había vuelto un desastre y la de él también.

- El optó por no huir Myrce, lo oí cuando hablaba con aquella chica, la princesa del Reino Negro.- susurré.

Solía estar presente más precisamente en la noche, cuando él ya se encontraba solo en su negra habitación.

Llegaba mediante mí esencia a ver si él se encontraba bien, ya que no podía confiarme de mí abuela, esos viajes me costaban mucha magia y energía, pero no quería descuidarlo.

Al fin y al cabo el no sería otra víctima de Sarah.

- Eso es lindo princesa, y habla muy bien de Zackary.- Me sonrió ella y la dulzura llego a sus ojos.

- Eso espero.

La única esperanza que me quedaba era que el príncipe no sea un bastardo maldito, no pedía amor, eso ya sería mucho, pero no soportaría crueldades, no despues de lo ocurrido, y menos porque también fue por él.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora