Capítulo 11.

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Eileen:

Su pecho se oprimió levemente al no hallar a Myrcela, ¿En dónde estaba? Justo en medio de un anuncio importante su tía desaparecía.

El rey tomó la mano de la reina y juntos quedaron en medio del gran salón, atrás con gesto severo se encontraba Zackary, Eileen no entendió porque miraba de esa forma a su padre, como si pudiese acuchillarlo con los ojos.

Al parecer no todo era color de rosas en el palacio de los reyes; y aunque ella lo notó, el resto de las brujas observaba con una sonrisa la escena, parecían ajenas a lo que ella veía.

- Señoras y señores, estamos aquí como iguales, para deshacernos de asperezas, años de guerra, muerte y desacuerdos.- La voz del rey Edward retumbaba en el gran salón, fuerte y poderosa como su apariencia.

El rey en acompañaba sus palabras con una mirada firme pero amable, aunque en sus ojos café no se veía emoción alguna, todo parecía fríamente calculado.

"Quiero largarme de aquí." Pensó la bruja.

- Es impresionante la presencia de mí tío, hasta a mí me intimida.- Murmuró el primo de Zack.

Ella le devolvió una amable sonrisa pero no le contestó, se limitó a escuchar al soberano.

- Es por eso, y como es de público conocimiento, que hemos llegado junto a Las Tres Supremas a un acuerdo para detener definitivamente la guerra entre ambas naciones.

La reina asintió con una mirada llena de esperanza.

- Hemos acordado un matrimonio entre ambas partes.

Un silencio reino en el salón, de pronto todas las sonrisas desaparecieron y a cambio la sala se llenó de miradas temerosas, otras con rabia y otro tanto claramente desconformes.

- Pobre de la que le toque...- Myrcella había vuelto.

- ¿Acaso ya sabes quién será el que se case?

- Tengo mis sospechas.

- ¿Y que hay de la bruja?

Su tía la miró como si pudiese ver a traves de ella.

- Me temo que no pude ver nada, lo cual es extraño y frustrante, pero quizá Las Supremas hayan evitado que pueda usar mí don.

- No sería de extrañar, quizá no quieran que estemos al tanto.

- Realmente no lo sé Eilini.

- Es por eso que hemos decidido que de nuestra parte será el Príncipe Zackary quien representará a nuestra nación.

La cara del joven se distorsionó, definitivamente no esperaba eso, su madre abrió los ojos como platos y observo al rey como si se hubiese vuelto loco o le faltará la cabeza.

El murmullo se alzó en todo el salón y la reina parecía increpar al rey en voz baja, los ojos de este eran fríos y calculadores.

El príncipe observaba la escena como si fuese irreal, una parte de Eileen sintió lástima por él, no importa quién, nadie merecía ser traicionado de esa forma, porque al parecer era lo que su padre había hecho.

- Yo hubiese estado feliz de casarme por mí nación.- dijo el joven con una sonrisa, cuya existencia Eileen casi había olvidado.

- Es un contexto duro, nadie quiere casarse por obligación.

- Es por la nación, por todos.- Dijo éste con tono solemne.

- La razón no se cuestiona, pero hablamos de dos vidas también que deben ajustarse, cambiar y convivir para que otras miles estén en paz. Entonces no se que tan justo es eso.

Sin darle chance a que le conteste se adelantó hasta quedar frente a los reyes y al príncipe, su tía la siguió.

- Supongo que ahora es nuestro turno.

Murmuró Myrcella.

- No me digas que ésto es justo.- La voz de Eileen era un mar de rabia.

- Por supuesto que no, al menos no de esa forma, pobre joven.

De pronto el silencio volvió a la sala, y de a poco se escucharon pasos lentos, y automáticamente las reverencias se aparecieron desde las puertas hacia adelante, y fue Sarah Good quien caminaba como hacía los Reyes.

Una de las Tres Supremas, la de cabello plateado y corto acompañada de una capa y un vestido negro, caminando hacia los reyes con la mirada fija en el príncipe.

Como pudo Eileen hizo la reverencia y observo a la gran bruja... una de las tres más poderosas del mundo, capaz de hacer añicos todo esto con un chasquido.

¿Porqué molestarse en venir?

Algo se avivó en Eileen, ella no tenía la misma fe ciega que su tía, no podía, la razón siempre lleva a cuestionarse cosas, a no estancarse y a avanzar.

- Majestad, es un placer recibirla.- Dijo el rey Robert, a su lado la reina la miraba con ojos encendidos e inconcientemente se paró frente a Zackary.

Pero el joven tomó con cuidado el brazo de su madre y sonrió a duras penas haciéndola a un lado. Los ojos de la reina parecían gritar mil cosas, estaban brillantes de emociones, entre ellas la rabia.

Sarah Good se inclinó con una Sinica sonrisa, Eileen la observó con rabia, y La Suprema se encontró con su mirada y suavizó el gesto.

Su abuela se traía algo terrible entre manos.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora