Capítulo 31.

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Eileen pov.

Tan pronto como se alzó en el cielo comenzó a patalear y a mover sus brazos, en algún punto también comenzó a gritarme cosas.

"Pequeña e inmunda cucaracha" Pensé y sonreí con malicia.

Debía presionarla, debía hacer que se saque su maldita careta.

Zackary observaba la escena con error, pero de puso delante mío y con los ojos desorbitados me exigió una respuesta.

- Te mostraré lo que hizo- Dije mirando sus precisos ojos azules.- y espero que haya consecuencias.- El no comprendía pero asintió con torpeza.

Mí respuesta no era una amenaza, al menos no para él, y sabía que esa maldita nos estaba escuchando, y por Dios que esperaba consecuencias porque de lo contrario sería yo quién se ocuparía.

- Robert por favor, ¿Podrías traer el abrigo del rey?

- Por supuesto magestad.- Tan solícito como siempre Robert salió del comedor y volvió.

Había decidido dejar las prendas rodeadas de un círculo de aceites aromáticos en un pequeño cuarto de aseo para evitar que Christine sienta su presencia al llegar y huyera antes de mí cometido.

Llegó al comedor con el abrigo negro de Zackary, y éste apestaba a brujería, no comprendía como no lo había notado antes, pero lo cierto es que no lo había visto usar esa prenda, la muy desgraciada se aseguró de hacerlo en una que él no utilizara a menudo, de tal forma que no lo descubriría.

Observó el saco con ojos desorbitados.

- Zackary, Zacky, no le creas, es una bruja, está haciéndonos esto porque está celosa de mí.- Sus ojos se clavaron en los de él, un brillo que no distinguí paso por los ojos del rey.

Volteó a mirarme con gesto severo.

- Por favor bájala.- Pidió él.

- No.- Contesté con rabia en la voz.

El azul se hizo más intenso.

- Te mostraré de lo que fue capaz.- Murmuré para él.

Tomé el sacó sin perderla de vista en lo alto del techo, seguía luchando, aunque ambas sabíamos que eso era mero teatro.

Saque con cuidado un carbón del bolsillo, alcé mí mano y se lo enseñé con una terrible sonrisa, ¡Oh sí! Esto se sentiría tan bien.

Sentía la mirada del rey sobre mí, pero la ignoré.

Christine comenzó a gritar sabiendo lo que se venía.

-Ignis (fuego)- Susurré sobre el carbón como si estuviese soplando la vela de un pastel.

Christine comenzó a enrojecer, sonreí aún más si eso era posible.

Zackary tomo su cabello desesperado preguntándome qué sucedía.

- Lo sabes- Aseguré con amargura.- Acéptalo o la verás arder de verdad.

No tendría piedad, nadie se metería con mí reino y esto sería un claro mensaje para futuros planes en contra de nuestra corona.

La punta de sus cabellos comenzó a incendiarse tan suavemente como una brisa de otoño, sus gritos desesperados aumentaron y él solo podía observarla.

Lo supo, lo comprendió, había conocimiento en su mirada ahora, pero allí se debatía su corazón, y no podía culparlo, una amiga de toda la vida conspirando para manejar su vida era una locura.

- ¡Bruja asquerosa!

Una pequeña bola de fuego que lanzó de su mano pasó sobre mí hombro y rompí a reír como si hubiese oído el mejor de los chistes.

El fuego casi llegaba a su casco y en un ligero movimiento de mano la lancé contra el imponente hogar al final de aquel largo comedor.

Cayó con un golpe seco, aún de oían sus gritos de dolor en todo el castillo.

- Si escucho un grito más, haré que el fuego empiece de nuevo lo que no termino en tu cabello asqueroso.

Mí voz era prácticamente un gruñido y me acerqué con cautela apreciándola como el gusano que era.

Ni una sola lágrima caía de sus ojos, aún así dejo de gritar, con cuidado y sin perderme de vista se puso de pié y resguardo su espalda contra la chimenea.

- Zack yo...

Zackary avanzo hasta quedar a mí lado, lo observé de soslayo y su mirada estaba dirigida a Christine con un gesto duro e indescriptible.

- Te irás al calabozo, y serás juzgada bajo mí mano y la de la reina.- Se acercó más a ella y con un susurro infernal pronunció nuestro lema.- Fide ve salguine (lealtad o sangre).

Los ojos desorbitados de la bruja negra hicieron que sonría nuevamente, porque fue verdadero terror lo que cruzó en su mirada.

- No podrías, no me harías daño, no por ella.- Pidió desesperada.

- ¡¡¡Es mí reina!!!

El grito de Zackary resonó en todo el castillo negro, una amenaza implícita y un juramento se aventaron en sus palabras, y pude sentir como sus palabras causaron algo en mí corazón.

Le lanzó una simple mirada a Robert y éste partió hacía algún lado, en un minuto varios guardias ingresaron y rodearon a Christine.

Comenzó a reírse con sorna y sus ojos parecían desquiciados.

- Esto no quedará así.- Amenazó rascando su cabello.

Pero me aseguré de desarmarla con un encantamiento y la dormí.

- Coloquen esposas con aceites de fresias, y asegúrense de poner sal en el perímetro de la celda del lado de adentro.- Ordené y los guardias contestaron un "sí" al unísono.

- Notifíquenos cuando la hayan encerrado, y la quiero vigilada las 24 horas.

Uno de ellos asintió y continuó.

Llevaron a la chica en sus brazos y avanzaron hasta desaparecer.

Me senté en la silla más cercana muerta del cansancio, el día de hoy había entrenado mucho y tenerla suspendida en el aire requería un esfuerzo importante.

- Eileen ¿Estás bien? Por favor dime que me perdonas, lo siento tanto, lo siento, por favor...- Comenzó a rogarme y se puso de rodillas.

Lo miré realmente sorprendida, yo no esperaba unas disculpas, había sido víctima de un hechizo, todos éramos vulnerables de alguna forma.

Levanté su rostro con cuidado y lo observé con cuidado, tenía unas leves ojeras y su cabello negro estaba despeinado, el ceño levemente fruncido, seguía preocupado.

- No fue tu culpa, realmente no lo fue.

- Fui débil.- Confesó con el rostro retraído.

- No, eres vulnerable, y yo también lo soy cuando se trata de ti.

Sus ojos observaron los míos, grandes y preciosos como un océano azul.

Tomó mis manos entre las suyas y las besó, un escalofrío recorrió mí espalda.

- Gracias, una vez más, gracias.

Se puso de pié y se agachó lo suficiente para quedar frente a mí, mí corazón latía desbocado, veía sus hermosos labios, su perfecto rostro y el aroma de las fresias me mareó.

Súbitamente alguien carraspeó, cuando volteamos nos encontramos con Robert que había vuelto de acompañar a los guardias y lucía algo avergonzado.

- Lo siento Majestades, pero acabamos de ser notificados que mañana llegará al Castillo Negro el Rey de las Sombras, quiere discutir cuestiones de la corona.

El mar en los ojos de Zackary se endureció, sus ojos se transformaron en icebergs, su gesto se volvió duro y amenazante.

- Carajo.

Salió disparado hacía algún lado como si el diablo hubiese anunciado una visita.

Y no era para menos, si el Rey de las Sombras era del cuál había oído cosas terribles e imperdonables...

Entonces teníamos a una amenaza más que a un Rey el día de mañana.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora