Capítulo 14.

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Zackary pov.

La discusión con mí padre había sido una verdadera batalla campal, los gritos resonaron por todo el palacio, estaba seguro que las brujas ya se habían enterado de todo y esperaba que la maldita Sarah me hubiese oído también.

Mí madre lo supo al verme llegar al despacho mí padre, la mirada desquiciada que tenía no podía significar otra cosa que problemas.

Pero al parecer ella también llevaba una acalorada discusión ya que tenía los ojos enrojecidos.

Odiaba con toda mí alma que hiciera sufrir a mí madre, yo lidiaba con su mal humor a diario, sus planes de mierda y sus decisiones no tan buenas, como ésta, pero mí madre siempre salía herida de un modo u otro de estas cosas, no entendía cómo habían acabado juntos si claramente eran polos totalmente opuestos.

- Eres un traidor.- Lo acusé con rabia, y yo sabía que eso lo haría estallar.

- ¿Cómo me has llamado, niño?- Se levantó de la silla y apoyó sus manos en el escritorio con la mirada desbordada.

- Traidor y encima sordo, no soy ningún niño porque tengo edad suficiente para casarme, solo que yo no he decidido una mierda.

Mí padre inspiró ondo y suspiró, sabía que estaría contando hasta mil, pero no me importaba un carajo, es más quería que todo esto detone, quería que sienta mí ira, el haber sido traicionado, obligado, el haber lastimado a mí madre otra vez..

Hace tiempo venía teniendo sentimientos encontrados hacia él, y esto simplemente había sido el fin para que mí total rebelión se concrete.

- Es por el bien de tu nación.- gritó como si eso lo explicara todo.

- Es por tu bien, no el de mí nación, siempre se trata de ti, maldición.- La rabia me inundaba, quería partirle la cara de un golpe.

- Todo lo que he hecho ha sido por mi reino, por ti y tu madre.- Él también estaba al borde del desastre como yo.

- Tu...- y lo señalé a la cara- me traicionaste, carajo, pero como este desastre lo has causado tú, le tendrás que pedir al infeliz hijo de puta de Richmond que se ocupe, porque estoy seguro que ese viejo desgraciado fue tu aliado, como en todo lo que planeas.

- ¡Estás hablándole al rey!- Gritó y lanzó las hojas sobre su escritorio al suelo.

- ¡No! ¡Eres mí padre! ¡Y ten las pelotas de admitir que me has traicionado!- Estallé.

En este punto el enojo y el dolor me superaron totalmente.

No pudo sostenerme la mirada, en su lugar la desvío y volvió a sentarse con las manos en su rostro.

Había ganado la batalla, pero no la guerra, ya lo sabía.

- Zackary... - Su voz se oía compungida- Es lo que debía hacer - Sentenció, como si eso explicara todo.

- No Edward, es como tú haces las cosas.- Mí madre lo miró con furia, sin embargo a ella no podía verla a los ojos, no esta vez.- Mí límite ha llegado, Zackary es mí límite.- Dijo llevándose la mano al corazón.

- ¿Que quieres decir?- Mí padre abrió los ojos con terror y la miró.

- No permitiré que le hagas eso, yo he sufrido por lo mismo que Zack, y así estamos...- el suspenso inundó la habitación.

Por primera vez en mucho tiempo, el rostro de mí padre se vio realmente amargado e infeliz.

- No mamá, no permitiré que lo hagas.

- Lo único que siempre he querido es que seas feliz hijo, y no es así como será.

A Zackary le entró el pánico, si la reina abandonaba el reino sería un verdadero desastre, y el no podría perdonarselo, por más que su madre lo haya hecho con toda su alma, con buenas intenciones y con toda la lealtad que siempre le había demostrado.

- Éste es tu hogar, y yo algún día debía encontrar el mío.

Dicho ésto, me di media vuelta dispuesto a abandonar el despacho, oí a mí padre y a mí madre llamarme pero no les contesté, cerré la puerta con fuerza y con tanta rabia que sentía que podría matar cien brujas.

Camine a paso apurado hasta ir llegando a la cocina, allí había una pequeña escalera abajo que daba a una despensa enorme, llena de estantes con especias, quesos, carnes y otras cosas.

Y aunque lo que buscaba era tranquilidad, ahí solo encontré a mí prima Lena.

- Zacky, te estaba buscando, se que te gusta venir aquí.- Me dedicó una radiante sonrisa y acomodo su cabello.

- Lena.- Asentí haciendo una reverencia.

No tenía ganas de hablar pero tampoco quería ser grosero con ella.

- ¿Estás bien?- Dijo mientras me abrazaba, Lena solía ser muy demostrativa, pero yo no era capaz de serlo con ella.- No estás bien, llevas una cara terrible.

- Como puedo.- Admití y di un paso hacia atrás.

- No es para menos, es una salvaje.

- ¿De quién hablas?

- De la bruja, ¿De quién más?- La forma en que lo dijo fue con un asco absoluto.

- ¿Qué hay con ella?

- Bueno, me dijo claramente que eras suyo.

Sabía exactamente lo que Lena quería hacer y no estaba para sus estupideces de niña malcriada.

- Somos víctimas del sistema, Lena, no te confundas.- Le dedique una mirada seria y me largué de allí, al parecer tampoco podía conseguir paz en mí casa.

Me dirigí a mí habitación y allí me encontré con una carta de Christine, mí vieja amiga del Reino Negro.

Con ella compartieron la infancia, algo de la adolescencia y últimamente solo cartas, ella le contaba sus aventuras y él las suyas, había sido una buena amiga todos estos años, y le aportaba algo de normalidad al caos que era la nobleza.

A pesar de que la carta de su amiga era más  alegre y con noticias más agradables, sin muchas vueltas le contó las nuevas noticias.

"Querida Christine:

Me alegra que te lo hayas pasado bien en tu cacería hace unos días... Ojalá pudiese decirte lo mismo, pero me temo que lo que debo decirte es que voy a casarme, estoy recientemente comprometido, cosas de mí padre, luego podré contarte, espero verte pronto y que sea antes de la boda

Te quiero, Zack."

Zack silbó desde su ventana, y un halcón  apareció en su balcón, en el lomo llevaba un pequeño tubo hueco para poner la carta, la depósito con cuidado, lo alimento y el ave supo a dónde ir.

Lo vio perderse en la noche y deseo con toda su alma ser esa ave libre que pasaba desapercibida de una nación a otra sin problemas.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora