Capítulo 50.

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Reina Eileen Good del Bosque Arlem, pov.

La noche fue larga, a pesar de la tranquilidad de la Fortaleza Negra, la hermosa habitación y el baño de espuma que se tomó al terminar la cena para relajarse, no había podido conciliar el sueño de inmediato.

Eileen sentía el fuego de los ojos del Rey de las Sombras en su alma, en su espíritu, la mirada dorada de aquél hombre de belleza tan irreal le quemaba la piel, hacía que se perdiera en un sinfín de colores amarillentos, ocres y luego, la inmensidad de su iris negro la capturaba completamente.

Una parte de ella estaba aterrorizada, no había sentido algo semejante en su vida, y definitivamente no era lo mismo que había sentido con Zackary.

Zackary...

Eileen suspiró y volvió a rodar sobre las sedas y la pesada manta de algodón fino que la protegía de aquel pensamiento que amenazaba con desvelarla aún más.

Ni el hechizo que Nadeznha había hecho sobre ambos había logrado que sienta lo que con Maxon solo con verla.

Debería tomar una decisión con respecto a Zackary, lo sabía, más allá de la magia, se preguntaba si había llegado a albergar algún sentimiento por el Rey de Arlem, llego a sentir que sí, pero no supo distinguir si fue por magia o realmente por él.

Se debían una conversación, lo sabía, por otro lado, a pesar del embrujo de su prima y el estúpido intento de Christine, Zackary no había sido cruel, despiadado o desatento con ella, quizá entonces...

Su mente era un lío, estaba casada con un chico que ni sabía si podía quererla y mucho menos sabía qué sentía ella por él.

Se sentó en la enorme cama y desde allí observó la luna, con un pequeño conjuro en medio de un suspiro rogó que su magia la ayude a dormir.

- Luna somnium.





Tres toques, y una voz que conocía.

Abrió los ojos con pereza y fregó sus puños contra la cara, tomo una larga bata negra y se la puso encima de su corto camisón.

Con cuidado se acercó a la puerta y la abrió sin dejarse ver.

- Puedes pasar Melir.

- ¿Segura?

- Por supuesto.

El pequeño enano entró y la miró con temor pero suspiró al verla vestida de largo.

- Si hubiese visto su tobillo siquiera, mí cabeza estaría colgando de alguna ventana.- Dijo abanicandose sin dejar de sonreír.

- Yo no lo colgaría de la ventana por verme un tobillo.- Dijo ella horrorizada.

- Usted no mi reina, pero el Rey Maxon sí.

Ella se sonrojó de inmediato y se tapó la cara por mero reflejo.

- Todavía no entiendo como una muchacha tan dulce como usted soporta a semejante gruñón.

- Él no es gruñón conmigo.- Lo defendió Eileen sorprendida.

El enanito simplemente se rió.

- Exacto.- Negó con la cabeza pero luego comenzó a hablar rápido como recordando algo importante.- Por favor alístese para desayunar y partiremos al Norte en donde están Los Otros, y el Gran Dragón.

- Por supuesto Melir, gracias.

- Es usted tan dulce, mí Rey es un ogro con pinta.

Y así el hombrecito desapareció rezongando como había llegado.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora